11.12.13

PROLOGO de LA GALAXIA GUTENBERG - GÉNESIS DEL "HOMO TYPOGRAPHICUS"

MARSHALL McLUHAN

EN muchos aspectos, este libro es un complemento del titulado The Singer of Tales, de Albert B. Lord. El profesor Lord ha continuado la obra de Milman Parry, cuyos estudios sobre Homero lo llevaron a considerar cómo la poesía oral y la escrita han seguido, naturalmente, modelos y funciones diferentes. Convencido de que los poemas de Homero fueron composiciones orales, Parry ‘se impuso la tarea de probar incontrovertiblemente, si fuese posible, el carácter oral de los poemas, y a tal fin pasó a estudiar la épica yugoslava’. El estudio de esta épica moderna lo hizo, explica, ‘para fijar con exactitud la forma de la poesía narrativa oral... El método fue observar a los recitadores de una medrada tradición de cantos no escritos, y ver cómo la forma de estos depende del hecho de que han de aprenderlos y practicar su arte sin leer ni escribir.[1]
Como los estudios de Milman Parry, el libro del profesor Lord es completamente ínsito y adecuado a nuestra era eléctrica. La galaxia Gutenberg tal vez podrá ayudar a explicarlo. Estamos hoy tan adentrados en la era eléctrica como los isabelinos ingleses lo estaban en la era tipográfica y mecánica. Y estamos experimentando las mismas confusiones e indecisiones que ellos padecieron al vivir simultáneamente en dos formas contrapuestas de sociedad y experiencia. Y si los isabelinos se hallaban irresolutos entre la experiencia de las corporaciones medievales y el individualismo moderno, es el nuestro el inverso problema de vemos confrontados por una tecnología eléctrica que parece dejar anticuado al individualismo y hacer obligada la interdependencia corporativa.
Patrick Cruttwell ha dedicado un completo estudio (The Shakespearean Motnent} a las estrategias artísticas nacidas de la experiencia isabelina de vivir en un mundo dividido, en disolución y resolución al mismo tiempo. También nosotros vivimos en un momento tal, de interacción de culturas en conflicto, y La galaxia Gutenberg trata de señalar el modo en que las formas de experiencia, de perspectiva mental y de expresión, han sido alteradas primero por el alfabeto fonético, y por la imprenta después. La tarea que Milman Parry se impuso con respecto a las formas, en contraste, de la poesía oral y de la escrita, se extiende aquí a las formas de pensamiento y de organización en la experiencia social y política. Resulta difícil explicar por qué hace tiempo ya que los historiadores no han llevado a cabo tal estudio de la divergente naturaleza de las organizaciones sociales ‘oral’ y ‘escrita’. Quizá se deba esta omisión, simplemente, a que el trabajo no pudiera hacerse hasta que dos formas de experiencia oral y escrita, en conflicto, volvieran a coexistir, como ahora ocurre. Tanto viene a decir el profesor Harry Levin en su prefacio a The Singer of Tales, del profesor Lord (pág. XIII):
El término “literatura”, al presuponer el empleo de la letra, da por entendido que las obras verbales de imaginación se transmiten por medio de la escritura y la lectura. La expresión “literatura oral” es evidentemente contradictoria. Sin embargo, vivimos en unos tiempos en que la capacidad de leer se ha hecho tan general que difícilmente puede invocarse como criterio estético. La PALABRA, hablada o cantada, junto a la imagen visual del locutor o cantor, ha venido recuperando su dominio gracias a la ingeniería eléctrica. Una cultura basada en el libro impreso, que ha prevalecido desde el Renacimiento hasta hace poco, nos ha legado a más de inconmensurables riquezas esnobismos que deberíamos dar de lado. Debemos dirigir una nueva mirada a la tradición, y considerarla, no como la inerte aceptación de un cuerpo fosilizado de temas y convenciones, sino como el hábito orgánico de recrear lo que nos fue legado y hemos de legar a otros.
La omisión de los historiadores, al no estudiar la revolución provocada por el alfabeto fonético en las formas de pensamiento y de organización social, tiene su paralelo en la historia socio-económica. Ya en 1864-1967, Karl Rodbertus elaboró su teoría de la ‘vida económica en la antigüedad clásica’. En Trade and Market in the Early Etnpires (pág. 5), Harry Pearson describe así su innovación:
No se ha apreciado bastante esta modernísima interpretación de la función social del dinero. Rodbertus se dio cuenta de que la transición desde una “economía natural” a una “economía del dinero” no fue una simple cuestión técnica, resultante de que el intercambio fuese sustituido por la compra con moneda. Insistió, por el contrario, en que una economía monetaria implicaba una estructura social distinta por completo a la que había prevalecido durante la vigencia de una economía en especie. Pensó que lo importante fue este cambio en la estructura social, secuela del empleo del dinero, no el hecho técnico de su uso. Esta controversia habría podido quedar resuelta antes de ser planteada si esta tesis se hubiese hecho extensiva a las cambiantes estructuras sociales, concomitantes de la actividad comercial del mundo antiguo.
En otras palabras, si Rodbertus hubiese explicado, además, que las distintas formas de dinero y cambio estructuraron las sociedades de forma diferente, podrían haberse evitado las confusas controversias de varias generaciones. La cuestión quedó aclarada cuando, finalmente, Karl Bucher abordó el estudio del mundo clásico no a nuestro modo convencional de retrospección histórica, sino partiendo de las épocas primitivas. Al comenzar con las sociedades iletradas y avanzando hacia el mundo clásico, ‘sugirió que la vida económica de la antigüedad podría ser mejor comprendida si se examinara desde un punto de vista primitivo, en lugar de hacerlo desde nuestra sociedad moderna’. [2]
Tal perspectiva invertida del alfabetizado mundo occidental es la que ofrece al lector Albert Lord en su Singer of Tales. Pero nosotros vivimos también en una época de electricidad o post- alfabetizada, en la que el músico de jazz utiliza todas las técnicas de la poesía oral. No es difícil en nuestro siglo una plena identificación con todos los modos orales.
En la era electrónica que sucede a la era tipográfica o mecánica de los últimos cinco siglos, hallamos nuevas formas y estructuras de interdependencia humana y de expresión que son ‘orales’, aun cuando los componentes de la situación puedan ser no verbales. Esta cuestión se trata más ampliamente en la sección final de La galaxia Gutenberg. El problema en sí no es difícil, pero requiere cierta reorganización de la vida imaginativa. Tal cambio en los modos de conocimiento siempre se ve retardado por la persistencia de los antiguos modelos de percepción. A nuestros ojos, los isabelinos aparecen como muy medievales. El hombre medieval se creía un clásico, del mismo modo que nosotros nos tenemos por hombres modernos. Para nuestros sucesores, sin embargo, aparecemos como hombres de carácter completamente renacentista y por completo inconscientes de los importantes factores nuevos que hemos puesto en movimiento durante los últimos ciento cincuenta años.
Sin embargo, este estudio, lejos de ser determinista, elucidará, o así lo espero, un factor principal del cambio social que puede conducir a un aumento real de la autonomía del hombre. En Technology ana’ Culture (volumen u, núm. 4, 1961, pág. 348) al escribir sobre “la revolución tecnológica” de nuestro tiempo, afirma Peter Drucker: “Solo hay una cosa que no sabemos acerca de la ‘Revolución Tecnológica’, pero es esencial: ¿Qué es lo que causó el cambio básico de actitudes, creencias y valores que la provocaron? He tratado de demostrar que el progreso científico tuvo poco que ver en ello. Pero, ¿qué responsabilidad no tuvo el gran cambio en la concepción del mundo que la ‘Revolución Científica’ determinó un siglo antes?” La galaxia Gutenberg intenta al menos, señalar esa “cosa que no sabemos”. Pero, aun así, ¡tal vez resulten ser algunas otras cosas!
El método empleado a lo largo de este estudio está directamente relacionado con lo que Claude Bernard definió en su clásica introducción al estudio de la medicina experimental. Explica Bernard (págs. 8-9) que “la observación consiste en percibir los fenómenos sin perturbarlos, pero la experimentación, de acuerdo con los mismos fisiólogos, implica, por el contrario, la idea de que el experimentador introduce una variación o perturbación en las condiciones del fenómeno natural... Para hacerlo, suprimimos un órgano del ser vivo por amputación o ablación; y del trastorno producido en el organismo total o en una función especial, deducimos la función del órgano suprimido”.
El propósito de la obra de Milman Parry y del profesor Lord fue observar la totalidad del proceso poético en condiciones orales, y contrastar el resultado con el proceso poético en condiciones escritas, supuestas como “normales”. Es decir, que Parry y Lord estudiaron el organismo poético cuando la función auditiva quedaba suprimida por el alfabetismo. Hubieran podido considerar también el efecto en el organismo cuando la función visual del lenguaje adquiría, con la palabra escrita, extensión y poder extraordinarios. Es este un factor en el método experimental que tal vez haya sido descuidado precisamente porque es de incómodo manejo. Pero dada una intensa y exagerada acción, “el trastorno producido en el organismo total o en una especial función” resulta igualmente observable.
El hombre, ese animal que construye instrumentos, sea el lenguaje, la escritura o la radio, se ha dedicado desde hace mucho tiempo a ampliar uno u otro de sus órganos sensoriales, pero lo ha hecho de tal modo que todos los restantes sentidos o facultades han sufrido extorsión. Si bien han pasado por tal experiencia, los hombres han omitido constantemente, sin embargo, hacerla seguir de observaciones.
En su trabajo Douht andCertainity in Science, dice J. Z. Young (págs. 67-68):
El efecto de los estímulos, externos o internos, es perturbar la acción unísona del cerebro o de alguna de sus partes. Se ha hecho la sugerencia especulativa de que la perturbación rompe en cierto modo la unidad de la estructura previamente constituida en el cerebro. Este selecciona entonces aquellos elementos del estímulo que tienden a reparar el modelo y devolver a las células su ritmo regular y sincrónico. No pretendo ser capaz de desarrollar en detalle esta idea de los modelos en nuestro cerebro, pero tiene grandes posibilidades de mostrar cómo tendemos a ajustamos al mundo y el mundo a nosotros. De algún modo, el cerebro inicia secuencias de actos que tienden a traerlo de nuevo a su esquema rítmico, y este retorno constituye un acto de consumación o cumplimiento. Si la primera acción que realiza resulta fallida, es decir, si no consigue detener la perturbación de origen, ensaya otras secuencias. El cerebro sigue sus normas, una tras otra, oponiendo a la perturbación las fuerzas de sus distintos esquemas, hasta que de algún modo recupera de nuevo su ritmo. Esto ocurre quizá solamente después de una ardua, variada y prolongada búsqueda. Durante esta actividad fortuita, van formándose nuevas conexiones y esquemas de actuación que, a su vez, determinarán futuras secuencias.
Este inevitable impulso hacia el ‘fin’, ‘cumplimiento’ o equilibrio se produce tanto en la supresión como en la extensión de los sentidos humanos o funciones. Puesto que La galaxia Gutenberg constituye una serie de observaciones históricas de los nuevos logros culturales resultantes de las ‘perturbaciones’ que fueron, primero, el alfabeto, y luego la imprenta, quizá ayuden en este punto al lector las afirmaciones de un antropólogo:
En nuestros días, el hombre ha desarrollado extensiones o prolongaciones para realizar casi todos los actos que antes llevaba a cabo sólo con su cuerpo. La evolución de las armas comienza en los dientes y el puño y termina en la bomba atómica. El vestido y la casa son extensiones del mecanismo biológico para la regulación de la temperatura. Los muebles han sustituido a los talones o al suelo, cuando ha de sentarse. Las máquinas-herramienta, las lentes, la televisión, los teléfonos y los libros, que transmiten la voz al través del tiempo y del espacio, son ejemplo de extensiones materiales. El dinero es un medio para extender y almacenar el trabajo. Nuestras redes de transporte hacen ahora lo que antes hacían nuestros pies y nuestras espaldas. De hecho, todas las cosas materiales realizadas por el hombre pueden considerarse como extensiones de lo que el hombre hizo antes con su cuerpo o con alguna parte especial de él. [3]
Esa exteriorización o expresión de ideas y sentimientos que es el lenguaje y el hablar, es un instrumento que ‘hizo posible al hombre la acumulación de experiencia y conocimientos, y facilitó su transmisión y máximo empleo posible’. [4]
El lenguaje es metáfora en el sentido de que no solo acumula, sino que también transmite experiencia de una forma a otra. El dinero es metáfora en cuanto sirve para almacenar especialización y trabajo, y transforma una habilidad en otra. Pero el principio de cambio y transformación, o metáfora, está en nuestra facultad racional de transferir todos nuestros sentidos en cualquiera de ellos. Esto es lo que hacemos en cada instante de nuestra vida. Pero el precio que pagamos por las especiales herramientas tecnológicas, sean la rueda o el alfabeto o la radio, es que tales extensiones masivas de nuestros sentidos constituyen sistemas cerrados. Nuestros sentidos corporales no son sistemas cerrados, sino que constantemente se traducen unos en otros en esa experiencia que llamamos consciencia. Las prolongaciones de nuestros sentidos, herramientas, tecnologías, han sido, en el transcurso del tiempo, sistemas cerrados, incapaces de interacción o conciencia colectiva. Hoy, en la era eléctrica, el propio carácter instantáneo de la coexistencia entre nuestros instrumentos tecnológicos ha originado una crisis sin precedentes en la historia de la humanidad. Esas extensiones de nuestras facultades y sentidos constituyen ahora un particular campo de experiencia que reclama que aquellos se hagan patentes a una conciencia colectiva. Nuestras tecnologías, como nuestros sentidos corporales, exigen ahora una interacción y razón que haga posible una coexistencia racional. Mientras que nuestras tecnologías fueron tan lentas como la rueda, el alfabeto o el dinero, el hecho de que constituyeran sistemas aislados y cerrados fue social y psíquicamente soportable. Esto ya no es cierto hoy, cuando la visión, el sonido y el movimiento son simultáneos y globales en su extensión.
El equilibrio en la interacción de estas extensiones de nuestras funciones humanas es hoy tan necesario colectivamente como siempre lo fue para nuestra racionalidad privada y personal el equilibrio entre nuestros sentidos corporales.
Hasta ahora, los historiadores de la cultura se han inclinado a aislar los acontecimientos tecnológicos, del mismo modo que la física clásica trataba los fenómenos físicos. Louis de Broglie, en The Revolution in Fhysics, da mucha importancia a esta limitación de los procedimientos cartesianos y newtonianos, tan semejantes a los del historiador que mira desde un ‘punto de vista’ individual (pág. 14).
Fiel al ideal cartesiano, la física clásica nos mostraba el universo como algo análogo a un inmenso mecanismo capaz de ser descrito con toda precisión mediante la localización de sus partes en el espacio y sus cambios en el curso del tiempo... Pero tal concepción se apoyaba en varias hipótesis implícitas que fueron admitidas casi sin darnos cuenta de ellas. Una de tales hipótesis fue la de que el marco del espacio y del tiempo en el que casi instintivamente tratamos de localizar todas nuestras sensaciones, era un marco perfectamente fijo y rígido, en el que cada acontecimiento físico puede, en principio, quedar rigurosamente localizado, independientemente de todos los procesos dinámicos que se produzcan alrededor.
Veremos cómo las percepciones cartesianas y también las euclídeas están constituidas por el alfabeto fonético. La revolución que describe De Broglie es una consecuencia no del alfabeto, sino del telégrafo y la radio. J. Z. Young, un biólogo, apunta al mismo blanco que De Broglie. Después de explicar que la electricidad no es algo que ‘fluye’, sino ‘la condición que observamos cuando se dan ciertas relaciones espaciales entre las cosas’, añade (pág. 111):
Algo similar ha sucedido cuando los físicos han ideado sistemas para medir distancias muy pequeñas. Se ha visto que ya no es posible utilizar el viejo modelo consistente en suponer que se trata de dividir algo llamado materia en una serie de pedazos, cada uno de ellos con sus propiedades definidas llamadas tamaño, peso o posición. Los físicos no dicen ahora que la materia “está hecha” de cuerpos llamados átomos, protones, electrones, etc. Lo que han hecho es abandonar el método materialista de describir sus observaciones en términos de algo hecho como por la mano del hombre, como un pastel. La palabra átomo o electrón no se usa como el nombre de una pieza. Se usa como parte de la descripción de las observaciones de los físicos. No tiene significado sino cuando la emplean gentes que conocen los experimentos en que se revela.
Y añade: ‘Es muy importante que nos demos cuenta de que la adopción de nuevos instrumentos lleva aparejados grandes cambios en la forma ordinaria de hablar y actuar.’
Si hubiésemos meditado hace tiempo sobre un hecho tan fundamental, fácilmente habríamos podido dominar la naturaleza y los efectos de todas nuestras tecnologías, en lugar de vemos arrollados por ellas. En todo caso, lo que se hace en La galaxia Gutenberg es proseguir las meditaciones de J. Z. Young sobre este tema.
Nadie ha tenido mayor conciencia de la futilidad de nuestros sistemas cerrados de historiografía que Abbot Payson Usher. Su obra clásica, A History ofMechanical Inventions, es una explicación de por qué tales sistemas cerrados no pueden establecer contacto con los hechos del acontecer histórico. ‘Las culturas de la antigüedad no se ajustan a los modelos de las secuencias lineales de la evolución social y económica desarrollados por las escuelas históricas alemanas... Si se dan de lado los conceptos lineales de evolución y se considera el desarrollo de la civilización francamente como un proceso multilineal, mucho se habrá avanzado en la comprensión de la historia de la cultura occidental, como integración progresiva de muchos elementos separados’ (págs. 30-1).
Un ‘punto de vista’ histórico es una especie de sistema cerrado, relacionado muy de cerca con la tipografía, y que florece allí donde los efectos inconscientes de la alfabetización se desarrollan sin el contrapeso de otras fuerzas culturales. Alexis de Tocqueville, cuya formación ‘libresca’ estaba muy modificada por su cultura oral, parece haber tenido, a nuestro juicio, cierta clarividencia en cuanto se refiere a las formas de evolución de la Francia y la América de su tiempo. No tuvo un punto de vista, una posición fija desde donde llenar de acontecimientos una perspectiva visual. Antes bien, trató de hallar en sus datos la dinámica operativa:
Pero si voy más allá y busco entre estas características la principal, que incluye casi todo el resto, descubro que, en casi todas las operaciones mentales, cada americano recurre solamente al esfuerzo individual de su propia comprensión.
América es, por tanto, uno de los países donde los preceptos de Descartes son menos estudiados y mejor aplicados... Todos se encierran en sí mismo y persisten en juzgar el mundo desde allí. [5]
Su habilidad para establecer la interacción entre los modos, orales y escritos, de estructura perceptiva, capacitó a De Tocqueville para lograr atisbos ‘científicos’ en psicología y política. Con esta interacción de los dos modos de percepción alcanzó una comprensión profética, en tanto que otros observadores no hicieron sino expresar sus particulares puntos de vista. De Tocqueville sabía bien que la formación ‘tipográfica’ no solo había originado el concepto cartesiano, sino también las especiales características de la psicología y de la política americanas. Con su método de interacción entre modos perceptivos divergentes, De Tocqueville fue capaz de reaccionar ante su mundo, no en sectores, sino en su conjunto como campo abierto. Y tal es el método que A. P. Usher señala como ausente en el estudio de los movimientos culturales y su historia. De Tocqueville empleó un procedimiento similar al que describe J. Z. Young (página 77): ‘Es muy probable que gran parte del secreto de las facultades del cerebro esté en la enorme oportunidad que depara a la interacción entre los efectos del estímulo de cada una de las partes de los campos receptivos. Es esta provisión de centros de interacción, o lugares de mezcla, lo que nos permite reaccionar ante el mundo en su conjunto hasta un grado mucho mayor que el alcanzado por los otros animales.’ Nuestras tecnologías, sin embargo, de ningún modo son uniformemente favorables a esta función orgánica de interacción o interdependencia. El presente libro se propone estudiar esta cuestión con respecto a la cultura del alfabeto y la tipografía. Y ésta es hoy una indagación que no puede intentarse sino a la luz de las nuevas tecnologías, que tan profundamente conmueven aquella operación tradicional y los valores alcanzados por la civilización de la tipografía y el alfabeto.
Hay una obra reciente que estimo me libera del cargo que pudiera hacerse al presente estudio, como meramente excéntrico e innovador. Me refiero a The Open Society andlts Enemies, de Karl R. Popper; obra dedicada al estudio de diversos aspectos de la destribalización del mundo antiguo y de la re-tribalización del mundo moderno. Y es que la ‘sociedad abierta’ fue consecuencia del alfabeto fonético, como pronto veremos, y hoy está amenazada de erradicación a manos de la tecnología eléctrica, como discutiremos al final de este estudio. Creo innecesario decir que, con respecto a esta evolución solamente se está señalando lo que ‘es’, no discutiendo lo que ‘debiera ser’. La diagnosis y la descripción deben preceder a la valoración y la terapia. Es procedimiento bastante natural y corriente sustituir la diagnosis por la valoración moral, pero no el más fructífero.
Karl Popper dedica la primera parte de su extenso estudio a la des-tribalización de la antigua Grecia y a la reacción que produjo. Pero ni en relación con Grecia ni con el mundo moderno considera la dinámica de nuestros sentidos, tecnológicamente prolongados, como factores tanto de la apertura como del cierre de las sociedades. Sus descripciones y análisis están hechos desde un punto de vista económico y político. El pasaje que se cita más adelante tiene especial relación con La galaxia Gutenberg, porque comienza con la interacción de las civilizaciones causada por el comercio, y termina con la disolución del estado tribal, del mismo modo que Shakespeare lo dramatiza en El rey Lear
Opina Popper que las sociedades tribales o cerradas tienen una unidad biológica, y que ‘nuestras sociedades modernas funcionan en gran parte por medio de relaciones abstractas, tales como el intercambio y la cooperación’. Uno de los temas de La galaxia Gutenberg es que la abstracción o apertura de las sociedades es obra del alfabeto fonético y no de cualquier otra forma de escritura o tecnología. Por otra parte, el hecho de que las sociedades cerradas son el resultado de las tecnologías basadas en el lenguaje hablado, el tambor y el oído, nos trae, en los comienzos de la era electrónica, a la integración de toda la familia humana en una sola tribu global. Solamente que para los hombres de las sociedades abiertas esta revolución electrónica es menos confusa que lo fuera aquella revolución del alfabeto fonético, que quitó barreras y dio formas más ágiles a las antiguas sociedades tribales o cerradas. Popper no hace análisis de las causas de tal cambio, pero describe (pág. 172) la situación de modo muy pertinente a La galaxia Gutenberg.
Hacia el siglo VI anterior a la era cristiana, esta evolución había conducido a la disolución parcial de los viejos modos de vida, e incluso a una serie de revoluciones y reacciones políticas. Y no solo se produjeron tentativas de mantener o retener el tribalismo por la fuerza, como en Esparta, sino también esa gran revolución espiritual, la invención de la discusión crítica; en consecuencia, el pensamiento libre de obsesiones mágicas. Al mismo tiempo observamos los primeros síntomas de una nueva inquietud. Comenzó a sentirse la tensión de la civilización.
Esta tensión, esti inquietud, es la consecuencia del colapso de la sociedad cerrada. Aún en nuestros días se deja sentir, especialmente en los momentos en que se producen cambios sociales. Es la tensión producida por el esfuerzo que exige de nosotros el vivir en una sociedad abierta y parcialmente abstracta: el empeño en ser racionales, el tener que renunciar a algunas, al menos, de nuestras necesidades sociales emocionales, el cuidarnos de nosotros mismos, aceptar responsabilidades. A mi juicio, hemos de soportar esta tensión como precio que pagamos por todo aumento de conocimientos, de racionalidad, de cooperación y ayuda mutua y, en consecuencia, de nuestras probabilidades de supervivencia y de crecimiento de la población. Es el precio que hemos de pagar por ser hombres. Esta tensión está muy íntimamente relacionada con el problema del conflicto entre las clases, que surgió por primera vez al descomponerse la sociedad cerrada. La sociedad cerrada no conoció este problema. Al menos para los dirigentes, la esclavitud, la casta, el dominio clasista eran naturales, en el sentido de que no eran impugnables. Pero con el colapso de la sociedad cerrada, esta certeza desaparece, y con ella todo sentimiento de seguridad. La comunidad tribal (y la “ciudad” más tarde) es el lugar seguro para el miembro de la tribu. Rodeado de enemigos y de fuerzas mágicas peligrosas e incluso hostiles, siente a la comunidad tribal como un niño siente a su familia y casa, en las que representa un papel definido: un papel que conoce bien y desempeña bien. El colapso de la sociedad cerrada, que originó el conflicto entre las clases y otros problemas de posición social, debió de producir sobre los ciudadanos el mismo efecto que puede producir en el niño un serio disgusto familiar y la desmembración del hogar. Por supuesto, las clases privilegiadas, ahora amenazadas, sintieron esta clase de tensión más intensamente que aquellas clases ya reprimidas con anterioridad:  pero incluso estas se sintieron desazonadas. También se asustaron ante la descomposición de su mundo “natural”. Y si bien continuaran su lucha, muchas veces se mostaron reacias a explotar sus victorias sobre las clases enemigas, apoyadas en la tradición, el status quo, un más elevado nivel de educación y el sentimiento de la autoridad natural.
Estas observaciones nos llevan directamente a la consideración de El rey Lear y la grave disensión familiar en que se vio envuelto el siglo XVI, a comienzos de la era de Gutenberg.


NOTAS

1. Citado en The Singer of Tales, pág 3
2 Trade aud Market tu the Early Empi res, pág.S.
3. Edward T Hall: The Sileur Language, pág 79.
4
Les/teA. Whtte: TheSctence of Culture, pág. 240.
5. Democraçy tu America,, libro cap. i. 20

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