20.11.12

UN INTERMINABLE COMIENZO

por Zecharia Sitchin

PROLOGO

Ahora que nuestros propios astronautas han alcanzado la superficie de la Luna y que hemos enviado naves no tripuladas a explorar otros planetas, ya no resulta imposible creer que una civilización de otro planeta, más avanzada que la nuestra, fuera capaz de hacer aterrizar a sus astronautas en la Tierra en algún momento de nuestro pasado. Un buen número de autores, algunos de ellos muy populares, han especulado con la idea de que muchos monumentos de la antigüedad, como las pirámides y otras gigantescas esculturas de piedra, fueran forjados por unos supuestos visitantes de otro planeta. Sin embargo, no hay mucho de nuevo en estas intrigantes especulaciones. Incluso los mismos pueblos de la antigüedad creían que seres superiores «de los cielos» -los antiguos dioses- bajaban a la Tierra. Lo que no aporta ninguno de estos autores populares que tratan estos temas son respuestas. Si estos seres vinieron en realidad a la Tierra, ¿cuándo lo hicieron? ¿Cómo llegaron aquí? ¿De dónde venían? ¿Y qué hicieron aquí durante su estancia?
Lo que nos proponemos es dar respuesta a estos interrogantes. Utilizando el Antiguo Testamento como ancla, y no presentando como evidencia otra cosa que los textos, los dibujos y los objetos que nos dejaron los antiguos pueblos de Oriente Próximo, iremos más allá de estas inquietantes preguntas y de sus provocativas sugerencias. Demostraremos que, ciertamente, la Tierra fue visitada en el pasado por astronautas de otro planeta.
Identificaremos el planeta del cual vinieron estos astronautas.
Descifraremos una antigua y sofisticada cosmología que explica mejor que nuestras ciencias actuales cómo vinieron a la existencia la Tierra y otras partes del sistema solar.
Pondremos al descubierto los antiguos informes de una colisión celestial, a consecuencia de la cual un planeta intruso vino a ser capturado por la órbita del sol, y mostraremos que todas las religiones de la antigüedad se basaban en el conocimiento y la veneración de este duodécimo miembro de nuestro sistema solar.
Demostraremos que este Duodécimo Planeta fue el hogar materno de los antiguos visitantes de la Tierra.
Presentaremos textos y mapas celestes que tratan de los vuelos espaciales a la Tierra, y dejaremos
establecido cuándo y por qué vinieron aquí.
Los describiremos, y hablaremos de su aspecto y vestimenta, entreveremos sus naves y sus armas,
seguiremos sus actividades en la Tierra, sus amores y sus celos, sus logros y sus luchas. Y también
desentrañaremos el secreto de su «inmortalidad».
Nos remontaremos a los dramáticos sucesos que llevaron a la «Creación» del Hombre, y mostraremos los avanzados métodos que utilizaron para llevarla a cabo. Después, seguiremos la enmarañada relación del Hombre con sus dioses, y arrojaremos luz sobre el verdadero significado de los hechos que se nos transmitieron a través de relatos como el del Jardín del Edén, la Torre de Babel, el Diluvio, el nacimiento de la civilización o las tres ramas de la Humanidad. También mostraremos de qué modo el Hombre -dotado por sus hacedores tanto en lo biológico como en lo material- acabó provocando que sus dioses se sintieran obligados con la Tierra.
Mostraremos que el Hombre no está solo, y que las generaciones futuras tendrán otro encuentro con los súbditos del Reino de los Cielos.




De todas las evidencias que hemos acumulado para apoyar nuestras conclusiones, la prueba número uno es el mismo Hombre. En muchos aspectos, el hombre moderno -el Homo sapiens- es un extraño en la Tierra.
Desde que Charles Darwin conmocionó al mundo de los estudiosos y los teólogos de su tiempo con las evidencias de la evolución, la vida en la Tierra se describe a través del Hombre y los primates, mamíferos y vertebrados, remontándonos hasta formas de vida aún más inferiores y llegar, al fin, miles de millones de años atrás, al punto en el que se presume que comenzó la vida.
Pero, después de llegar a estos comienzos y de haber empezado a contemplar las probabilidades de vida en cualquier otro lugar de nuestro sistema solar o más allá de él, los científicos han comenzado a sentirse intranquilos con respecto a la vida en la Tierra, puesto que, por algún motivo, no parece ser de aquí. Si la vida comenzó a través de una serie de reacciones químicas espontáneas, ¿por qué la vida en la Tierra no tiene más que un único origen, y no una multitud de orígenes posibles? ¿Y por qué toda la materia viva de la Tierra contiene tan escasos elementos químicos de los que abundan en la Tierra, y tantos que son tan extraños en nuestro planeta?
¿Acaso la vida fue importada a la Tierra desde algún otro lugar?
Pero es que, además, la posición del Hombre en la escala evolutiva ha exacerbado aún más el desconcierto.
Encontrando un cráneo roto aquí y una mandíbula allí, los estudiosos creyeron, al principio, que el Hombre tuvo su origen en Asia hace alrededor de 500.000 años. Pero, a medida que se iban encontrando fósiles aún más antiguos, se hizo evidente que los molinos de la evolución molían muchísimo más despacio. Los antepasados simios del hombre se sitúan ahora a unos sorprendentes 25 millones de años de distancia. Los descubrimientos de África Oriental revelan una transición a nb de características humanas (homínidos) hace 14 millones de años. Y fue alrededor de 11 millones de años más tarde cuando aparece el primer simio-hombre digno de la clasificación de Homo.
El primer ser considerado como verdaderamente humano -el «Australopitecus Avanzado»- vivió en las mismas zonas de África hace unos 2 millones de años. Y aún le llevó otro millón de años producir al Homo erectus. Por último, después de otros 900.000 años, apareció el primer Hombre primitivo; se le llamó Neanderthal, por el lugar donde aparecieron por vez primera sus restos.
A pesar de los más de 2 millones de años transcurridos entre el Australopitecus Avanzado y el Neanderthal, las herramientas de ambos grupos -piedras afiladas- eran virtualmente las mismas; y los mismos grupos (por el aspecto que se cree que tenían) hubieran sido difíciles de diferenciar.


Fig. 1

Después, súbita e inexplicablemente, hace unos 35.000 años, una nueva raza de Hombres e] Homo sapiens (el «Hombre pensante») aparece como de la nada y barre al hombre de Neanderthal de la faz de la Tierra.
Estos Hombres modernos llamados Cro-Magnon- se parecían tanto a nosotros que, si se les hubese vestido con las ropas de nuestros tiempos, hubieran pasado desapercibidos entre las multitudes de cualquier ciudad Europea o Americana. Al principio, se les llamó «hombres de las cavernas» debido al magnífico arte rupestre que dejaron. Pero la verdad es que vagaban por la Tierra libremente, pues sabían cómo construirse refugios y hogares con piedras y pieles de animales dondequiera que fuesen.
Durante millones de años, las herramientas del Hombre no habían sido más que piedras con formas útiles.
Sin embargo, el Hombre de Cro-Magnon hacía armas y herramientas especializadas de madera y hueso. Ya no era un «simio desnudo», pues usaba pieles para vestirse. Tenía una sociedad organizada; vivía en clanes, bajo una hegemonía patriarcal. Sus pinturas rupestres tienen impronta artística y la profundidad del sentimiento; sus pinturas y sus esculturas evidencian cierta forma de «religión», en apariencia, el culto de una Diosa Madre que se representaba a veces con el signo de una Luna creciente. También enterraba a sus muertos y, de ahí, que posiblemente tuviera algún tipo de filosofía en lo referente a la vida, la muerte y, quizás, a una vida después de la vida.
Pero, aun con lo misterioso e inexplicable que resulta la aparición del Hombre de Cro-Magnon, el rompecabezas es todavía más complejo, puesto que, con el descubrimiento de otros restos del Hombre moderno (en lugares como Swanscombe, Steinheim y Montmaria), se hace evidente que el Hombre de Cro-Magnon surgió de una rama aún más antigua de Homo sapiens que vivió en Asia occidental y el Norte de África unos 250.000 años antes que él.
La aparición del Hombre moderno sólo 700.000 años después, del Homo erectus y unos 200.000 años antes del Hombre de Neanderthal es absolutamente inverosímil. Es evidente también que la desviación del Homo sapiens con respecto al lento proceso evolutivo es tan pronunciada que muchos de nuestros rasgos, como el de la capacidad de hablar, no tienen conexión alguna con los primates anteriores.
Una autoridad prominente en este tema, el profesor Theodosius Dobzhansky (Mankind Evolving), estaba ciertamente desconcertado por el hecho de que este desarrollo tuviera lugar durante un período en el cual la Tierra estaba atravesando una glaciación, el momento menos propicio para un avance evolutivo. Señalando
que el Homo sapiens carecía por completo de algunas de las peculiaridades de los tipos anteriores conocidos, y que tenía algo que nunca antes se había visto, llegó a la conclusión de que «el hombre moderno tiene muchos parientes fósiles colaterales, pero no tiene progenitores; de este modo, la aparición del Homo sapiens se convierte en un enigma».
Entonces, ¿cómo puede ser que los antepasados del Hombre moderno aparecieran hace unos 300.000 años, en lugar de hacerlo dentro de dos o tres millones de años en el futuro, tal como hubiera-sucedido en caso de seguir el desarrollo evolutivo? ¿Fuimos importados a la Tierra desde algún otro lugar o, como afirma el Antiguo Testamento y otras fuentes antiguas, fuimos creados por los dioses?
Ahora sabemos dónde comenzó la civilización y cómo se desarrolló, pero la pregunta que sigue sin ser respondida es: ¿Por qué? ¿Por qué apareció la civilización? Pues, como muchos estudiosos admiten hoy con frustración, todos los datos indican que el Hombre debería de estar todavía sin ningún tipo de civilización. No existe ninguna razón obvia por la cual debiéramos estar más civilizados que las tribus primitivas de la selva amazónica o de los lugares más inaccesibles de Nueva Guinea.
Pero, se nos dice, si estos indígenas viven aún como en la Edad de Piedra, es porque han estado aislados.
Pero, ¿aislados de qué? Si ellos han estado viviendo en el mismo planeta que nosotros, ¿por qué no han adquirido el mismo conocimiento científico y tecnológico que, supuestamente, nosotros hemos desarrollado?
Sin embargo, el verdadero enigma no estriba en el atraso de los hombres de la selva, sino en nuestro avance; pues se reconoce ahora que, en el curso normal de la evolución, el Hombre debería de estar tipificado por los hombres de la selva y no por nosotros. Al Hombre le llevó dos millones de años avanzar en su «industria de la herramienta», desde la utilización de las piedras tal cual las encontraba, hasta el momento en que se percató de que podía desportillarlas y darles forma para adaptarlas mejor a sus propósitos. ¿Por qué no otros dos millones de años para aprender a utilizar otros materiales, y otros diez millones de años más para dominar las matemáticas, la ingeniería y la astronomía? Y, sin embargo, aquí estamos, menos de 50.000 años después del Hombre de Neanderthal, llevando astronautas a la Luna.
Por tanto, la pregunta obvia es ésta: ¿Fuimos realmente nosotros y nuestros antepasados mediterráneos los que desarrollamos tan avanzada civilización?
Aunque el Hombre de Cro-Magnon no construyera rascacielos ni utilizara metales, no hay duda de que la suya fue una civilización repentina y revolucionaria. Su movilidad, su capacidad para construirse refugios, su impulso por vestirse, sus herramientas manufacturadas, su arte, todo ello, compuso una repentina civilización que venía a romper un interminable comienzo de cultura humana que venía alargándose durante millones de años y que avanzaba a un paso sumamente lento y doloroso.
Aunque nuestros estudiosos no puedan explicar la aparición del Homo sapiens y de la civilización del Hombre de Cro-Magnon, al menos no hay duda, por ahora, en cuanto al lugar de origen de esta civilización:
Oriente Próximo. Las tierras altas y las cordilleras que se extienden en un semiarco desde los Montes Zagros, en el este (donde, en la actualidad, se encuentra la frontera entre Irán e Iraq), pasando por el Monte Ararat y la cadena montañosa del Tauro, en el norte, para bajar, hacia el oeste y el sur, por las colinas de Siria, Líbano e Israel, están repletas de cavernas donde se han conservado las evidencias de un Hombre más moderno que prehistórico.


Fig. 2

Una de estas cuevas, la de Shanidar, está situada en el nordeste del semiarco de la civilización. En la actualidad, los feroces kurdos buscan refugio en las cuevas de esta zona tanto para sí mismos como para sus rebaños durante los fríos meses de invierno. Así debió de ser también en una noche invernal de hace 44.000 años, cuando una familia de siete miembros (uno de los cuales era un bebé) buscó refugio en la cueva de Shanidar.
Sus restos -todos ellos fueron aplastados por un desprendimiento de rocas- fueron descubiertos en 1957 por un sobrecogido Ralph Solecki, que había ido a la zona en busca de evidencias del hombre primitivo. Lo que encontró fue mucho más de lo que esperaba. A medida que se iban quitando escombros, se iba haciendo evidente que la cueva había conservado un registro claro de la vida del Hombre en aquella zona entre unos 100.000 y 13.000 años antes.
Lo que mostró este registro fue tan sorprendente como el descubrimiento mismo. La cultura humana no mostraba ningún progreso sino, incluso, una evidente regresión. Comenzando desde cierto nivel, las generaciones siguientes no mostraban niveles más avanzados sino niveles inferiores de vida civilizada. Y entre el 27.000 y el 11.000 a.C., la regresión y la disminución de la población llevaron al punto de la casi completa ausencia de habitantes en la zona. Se supone que por motivos climáticos, el Hombre casi desapareció de toda esta zona durante 16.000 años.
Y luego, alrededor del 11.000 a.C, el «Hombre pensante» volvió a aparecer con un nuevo vigor y con un inexplicablemente alto nivel cultural.
Fue como si un entrenador invisible, viendo el vacilante partido de la humanidad, hubiera hecho entrar en el campo a todo un equipo de refresco, bien entrenado, para sustituir al equipo exhausto.
A lo largo de los muchos millones de años de su interminable comienzo, el Hombre fue el hijo de la naturaleza; sobrevivía recolectando alimentos que crecían de forma salvaje, cazando animales salvajes, capturando aves salvajes y peces. Pero justo cuando los asentamientos humanos estaban casi desapareciendo, justo cuando estaban abandonando sus hogares, cuando sus logros materiales y artísticos estaban desapareciendo, justo entonces, de pronto, sin motivo aparente y, que se sepa, sin ningún período previo de preparación gradual, el Hombre se hace agricultor.
Haciendo un resumen del trabajo de muchas autoridades eminentes en la materia, R. J. Braidwood y B. Howe {Prehistoric Investigations in Iraqi Kurdistan) llegaron a la conclusión de que los estudios genéticos confirman los descubrimientos arqueológicos, y no dejan lugar a dudas de que la agricultura comenzó exactamente allí donde el Hombre pensante había emergido antes con su primera y tosca civilización: en Oriente Próximo. Hasta el momento, no existe duda de que la agricultura se extendió a todo el mundo desde el arco de montañas y tierras altas de Oriente Próximo.
Empleando métodos sofisticados de datación por radiocarbono y de genética de las plantas, muchos estudiosos de diversos campos científicos concuerdan en que la primera empresa agrícola del Hombre fue el cultivo del trigo y la cebada, probablemente a través de la domesticación de una variedad silvestre de trigo, el Triticum dicoccum. Aceptando que, de algún modo, el Hombre pasara por un proceso gradual de aprendizaje sobre cómo domesticar, hacer crecer y cultivar una planta silvestre, los estudiosos siguen desconcertados por la profusión de otras plantas y cereales básicos para la supervivencia y el progreso humanos que siguieron saliendo de Oriente Próximo. Entre los cereales comestibles, aparecieron en rápida sucesión el mijo, el centeno y la escanda; el lino, que proporcionaba fibras y aceite comestible; y una amplia variedad de arbustos y árboles frutales.
En cada uno de estos casos, la planta fue indudablemente domesticada en Oriente Próximo durante milenios antes de llegar a Europa. Era como si en Oriente Próximo hubiera existido una especie de laboratorio botánico genético, dirigido por una mano invisible, que producía de vez en cuando una nueva planta domesticada.
Los eruditos que han estudiado los orígenes de la vid han llegado a la conclusión de que su cultivo comenzó en las montañas del norte de Mesopotamia, y en Siria y Palestina. Y no es de sorprender. El Antiguo Testamento nos dice que Noé «plantó una viña» (y que incluso se llegó a emborrachar con su vino) después de que el arca se posara sobre el Monte Ararat, cuando las aguas del Diluvio se retiraron. La Biblia, como los eruditos, sitúa así el inicio del cultivo de la vid en las montañas del norte de Mesopotamia.
Manzanas, peras, aceitunas, higos, almendras, pistachos, nueces; todos tuvieron su origen en Oriente Próximo, y desde allí se difundieron a Europa y a otras partes del mundo. Ciertamente, no podemos hacer otra cosa más que recordar que el Antiguo Testamento se adelantó en varios milenios a nuestros eruditos a la hora de identificar esta misma zona como aquella en la que se estableció el primer huerto del mundo: «Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente... Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer».
La localización general del «Edén» era ciertamente conocida para las generaciones bíblicas. Estaba «al oriente» -al este de la Tierra de Israel. Estaba en una tierra regada por cuatro grandes ríos, dos de los cuales eran el Tigris y el Eufrates. No cabe duda de que el Libro del Génesis sitúa el primer huerto en las tierras altas donde tienen su origen estos ríos, en el nordeste de Mesopotamia. Tanto la Biblia como la ciencia están completamente de acuerdo.
En realidad, si leemos el texto original hebreo del Libro del Génesis, no como un texto teológico sino como un texto científico, nos encontraremos con que también describe con precisión el proceso de domesticación de la planta. La ciencia nos dice que el proceso fue desde las hierbas silvestres hasta los cereales silvestres, para luego llegar hasta los cereales cultivados y seguir con los arbustos y árboles frutales. Y éste es exactamente el proceso que se detalla en el primer capítulo del Libro del Génesis.
Y el Señor dijo:
«Produzca la tierra hierbas;
cereales que por semillas produzcan semillas;
árboles frutales que den fruto según su especie,
que contengan la semilla en su interior».
Y así fue:
La Tierra produjo hierba;
cereales que por semillas producían semillas, según su especie; y árboles que dan fruto, que contienen la semilla en su interior, según su especie.
El Libro del Génesis prosigue diciéndonos que el Hombre, expulsado del jardín del Edén, tuvo que trabajar duro para hacer crecer su comida. «Con el sudor de tu rostro comerás el pan», le dijo el Señor a Adán. Y fue después de eso que «fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador». El Hombre, nos dice la Biblia, se hizo pastor poco después de hacerse agricultor.
Los estudiosos están completamente de acuerdo con esta secuencia bíblica de los hechos. Analizando las diversas teorías sobre la domesticación de los animales. F. E. Zeuner (Domesíication of Animáis) remarca la idea de que el Hombre no pudo haber «adquirido el hábito de la domesticación o de la cría animales en cautividad antes de alcanzar el estadio de la vida en unidades sociales de cierto tamaño». Estos asentamientos o comunidades, un requisito previo para la domesticación de animales, siguieron al cambio que supuso la agricultura.
El primer animal en ser domesticado fue el perro, y no necesariamente como mejor amigo del Hombre sino también, probablemente, como alimento. Se cree que esto pudo suceder alrededor del 9500 a.C. Los primeros restos óseos de perro se han encontrado en Irán, Iraq e Israel.
La oveja fue domesticada más o menos por la misma época; en la cueva de Shanidar se encontraron restos de ovejas de alrededor de 9000 a.C, que demostraban que gran parte de las ovejas jóvenes de cada año se sacrificaban por su carne y por sus pieles. Las cabras, que también dan leche, no tardaron en seguirlas; y los cerdos, y el ganado con cuernos y sin ellos fueron los siguientes en ser domesticados.
En todos estos casos, la domesticación se inició en Oriente Próximo.
Este abrupto cambio en el devenir de los asuntos humanos, ocurrido alrededor del 11000 a.C. en Oriente Próximo (y alrededor de 2.000 años después en Europa) ha llevado a los estudiosos a marcar esta época como la del fin de la Edad de Piedra Antigua (el Paleolítico) y el comienzo de una nueva era cultural, la Edad de Piedra Media (el Mesolítico).
El nombre sólo es apropiado si se considera la principal materia prima del Hombre, que sigue siendo la piedra. Sus moradas en las zonas montañosas seguían siendo de piedra, sus comunidades se protegían con muros de piedra y su primera herramienta agrícola -la hoz- estaba hecha de piedra. Honraba y protegía a sus muertos cubriendo y adornando sus tumbas con piedras, y utilizaba la piedra para hacer imágenes de los seres supremos, o «dioses», cuya benigna intervención buscaban. Una de tales imágenes, encontrada en el norte de Israel y datada en el noveno milenio a.C, muestra la cabeza tallada de un «dios» cubierta por un casco rayado y portando una especie de «gafas».


Fig. 3

Sin embargo, observando las cosas en su conjunto, sería más adecuado denominar a esta era que comienza en los alrededores del 11000 a.C. como la Edad de la Domesticación, más que como la Edad de Piedra Media.
En el lapso de no más de 3.600 años -una noche, para los lapsos temporales de ese comienzo interminable-, el Hombre se hizo agricultor, y se domesticó a las plantas y a los animales salvajes. Después, no podía ser de otro modo, vino una nueva era. Los eruditos la llaman la Edad de Piedra Nueva (Neolítico), pero el término es completamente inadecuado, pues el cambio principal que tuvo lugar alrededor del 7500 a.C. fue el de la aparición de la cerámica.
Por razones que todavía eluden nuestros eruditos -pero que se aclararán a medida que expongamos nuestro relato sobre sucesos prehistóricos-, la marcha del Hombre hacia la civilización se confinó, durante los primeros milenios a partir del 11000 a.C, a las tierras altas de Oriente Próximo. El descubrimiento de los múltiples usos que se le podía dar a la arcilla tuvo lugar al mismo tiempo que el Hombre dejó sus moradas en las montañas para instalarse en los fangosos valles.
Sobre el séptimo milenio a.C, el arco de civilización de Oriente Próximo estaba inundado de culturas de la arcilla o la cerámica, que elaboraban un gran número de utensilios, ornamentos y estatuillas. Hacia el 5.000 a.C, en Oriente Próximo se estaban realizando objetos de arcilla y cerámica de excelente calidad y diseño.
Pero, una vez más, el progreso se ralentizó y, hacia el 4500 a.C, según indican las evidencias arqueológicas, hubo una nueva regresión. La cerámica se hizo más simple, y los utensilios de piedra -una reliquia de la Edad de Piedra- volvieron a predominar. Los lugares habitados revelan escasos restos. Algunos de los lugares que habían sido centros de la industria de la cerámica y la arcilla comenzaron a abandonarse, y la manufactura de la arcilla desapareció. «Hubo un empobrecimiento generalizado de la cultura», según James Melaart (Earliest Civilizations of the Near East), y algunos lugares llevan claramente la impronta de «una nueva época de necesidades».
El Hombre y su cultura estaban, claramente, en declive.
Después, súbita, inesperada e inexplicablemente, el Oriente Próximo presenció el florecimiento de la mayor civilización imaginable, una civilización en la cual estamos firmemente enraizados.
Una mano misteriosa sacó, una vez más, al Hombre de su declive, y lo elevó hasta un nivel de cultura, conocimientos y civilización aún mayor.

capítulo I de EL 12º PLANETA

16.11.12

Dimensión Desconocida. El Extraño Caso de Edgar Witherspoon


Si durante los meses a venir, vengáis a remarcar que se ha producido unas sucesiones de catástrofes o de acontecimientos extraños de por el mundo, tratáis de recordaros que el nuevo sustituto de Edgar Whiterspoon está aprendiendo a efectuar de los réglages delicados. No inquietáis , su aprendizaje no durará mucho tiempo. E incluso podréis agradecer este médico cuyo ejercicio es consagrado en el planeta toda entera. El doctor Jeremy Sinclair practique un tipo de medicina cautelar que no se encuentra que en la quinta dimensión.


10.11.12

El universo antes de la gran explosión

por Gabriele Veneziano

La teoría de cuerdas da a entender que la gran explosión no fue el origen del universo, sino sólo la evolución de un estado preexistente

Resumen / Cosmología de Cuerdas

-Filósofos, teólogos y científicos siempre han debatido si el tiempo es eterno o finito: es decir, si el universo ha existido siempre o ha tenido en cambio una génesis definida. La teoría de la relatividad general de Einstein implica finitud. Un universo en expansión tiene que haber empezado en la gran explosión.
-Sin embargo, la relatividad general pierde su validez en la vecindad de la explosión, momento en que interviene la mecánica cuántica. El principal candidato actual a una teoría cuántica de la gravedad completa, la teoría de cuerdas, introduce un cuanto de longitud mínimo como una nueva constante fundamental de la naturaleza y convierte con ello en insostenible que la gran explosión fuera una verdadera génesis.
-La explosión tuvo lugar, pero no correspondió a un momento de infinita densidad. El universo podría ser anterior a ella. Las simetrías de la teoría de cuerdas sugieren que el tiempo no tuvo un inicio y no tendrá un final. Podría haber empezado casi vacío y haberse ido concentrando hasta la explosión, o incluso podría haber pasado por un ciclo de muerte y renacimiento. En cualquier caso, la época anterior a la explosión habría formado el cosmos actual.



¿Fue realmente la gran explosión el inicio del tiempo? ¿O el universo existía desde antes? Semejante pregunta parecía casi una blasfemia hace sólo una década. La mayoría de los cosmólogos sostenía que carecía de sentido, que contemplar un tiempo anterior a la gran explosión era como preguntarse por los lugares al norte del polo norte. Pero los desarrollos de la física teórica, especialmente la aparición de la teoría de cuerdas, han cambiado la perspectiva. El universo de antes de la explosión se ha convertido en la última frontera de la cosmología.
El nuevo afán de considerar lo que podría haber sucedido antes de la explosión es la última oscilación de un péndulo intelectual que ha ido y venido durante milenios. En una u otra forma, el problema del inicio ha atraído a filósofos y teólogos de casi todas las culturas. Está relacionado con un gran conjunto de interrogantes, uno de ellos famosamente resumido en un cuadro pintado en 1897 por Paul Gauguin: D’o venons-nous? Que sonzmes-nous? Oi allons—nous? ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? La obra representa el ciclo del nacimiento, vida y muerte —origen, identidad y destino de cada individuo—; estos interrogantes personales conectan directamente con los cósmicos. Podemos remontarnos por nuestro linaje más allá de las generaciones, más allá de nuestros ancestros animales, más allá de las primitivas formas de vida y de protovida, más allá de los elementos sintetizados en el universo primordial, más allá de la energía amorfa que aún antes ocupaba el espacio. ¿Se extiende nuestro árbol genealógico indefinidamente hacia atrás? ¿O bien sus raíces acaban? ¿Es el cosmos pasajero, como nosotros?
Los antiguos griegos debatieron con ardor sobre el origen del tiempo. Aristóteles, de parte de quienes no pensaban que hubiera habido un inicio, invocó el principio de que de la nada, nada puede salir. Si el universo no pudo pasar de la nada a algo, es que había existido siempre. Por esta y otras razones. el tiempo debía extenderse eternamente en el pasado y en el futuro. Los teólogos cristianos mantenían el punto de vista opuesto San Agustín afirmaba que Dios existe fuera del espacio y el tiempo, y puede llevarlos a la existencia de la misma manera que podía forjar otros aspectos de nuestro mundo. Cuando se le preguntaba qué hacía Dios antes de crear el mundo. Agustín respondía que, como el propio tiempo pertenece a la creación de Dios, no había un antes.
La teoría de la relatividad general de Einstein condujo a los cosmólogos modernos casi a la misma conclusión. La teoría mantiene que espacio y tiempo son “blandos”, maleables. A las mayores escalas, el espacio es dinámico por naturaleza; se expande o se contrae con el tiempo, arrastrando la materia como la marca arrastra un tronco. Los astrónomos hallaron en el decenio de 1920 que nuestro universo se está, ahora, expandiendo: las galaxias distantes se separan unas de otras. Una consecuencia. como Síeven Hawking y Roger Penrose probaron en los años sesenta, es que el tiempo no se puede extender indefinidamente hacia atrás. Si se proyecta la historia cósmica hacia atrás en el tiempo, todas las galaxias se juntan en un único punto infinitesimal, una “singularidad”, casi como si estuvieran descendiendo en un agujero negro. Cada galaxia, o sus precursores, se comprime hasta un tamaño nulo. La densidad, la temperatura y la curvatura del espaciotiempo se hacen infinitas. La singularidad es el cataclismo primero, más allá del cual nuestra genealogía cósmica no se puede extender.

Extraña coincidencia

La singularidad inevitable pone en serios problemas a los cosmólogos. En particular, no encaja bien con el elevado grado de homogeneidad e isotropía que exhibe el universo a escalas grandes. Para que el cosmos parezca aproximadamente el mismo en todas partes, alguna clase de comunicación debe haber entre regiones distantes del espacio, para que se coordinen sus propiedades. Pero tal comunicación contradice el viejo paradigma cosmológico.
Para concretar, consideremos lo que ha sucedido durante los 13.700 millones de años transcurridos desde que se liberó la radiación del fondo cósmico de microondas. La distancia entre galaxias ha crecido en un factor de aproximadamente 1000 (a causa de la expansión), mientras que el radio del universo observable ha crecido en un factor mucho mayor. de alrededor de 100.000 (porque la luz es más veloz que la expansión). Hoy día vemos partes del universo que no podríamos haber visto hace 13.700 millones de años. En realidad, éste es el primer momento de la historia cósmica en que la luz de las galaxias más distantes ha llegado a la Vía Láctea.
Sin embargo, las propiedades de la Vía Láctea son básicamente las mismas que las de las galaxias distantes. Es como si se fuera a una fiesta y se comprobara que se lleva exactamente el mismo vestido que una docena de amigos. Si sólo dos estuvieran vestidos igual, se podría explicar como una coincidencia. pero una docena sugiere que los asistentes se han puesto de acuerdo. En cosmología, el número no es una docena, sino decenas de miles: el número de fragmentos de cielo independientes, aunque estadísticamente idénticos, del fondo de microondas.
Una posibilidad es que todas estas regiones del espacio estuvieran dotadas desde el inicio con idénticas propiedades; en otras palabras. que la homogeneidad sea mera coincidencia. Sin embargo. se han concebido un par de circunstancias más naturales que nos librarían de ese callejón sin salida: o el universo primitivo era mucho menor de lo supuesto en la cosmología ordinaria, o mucho más viejo. Una u otra (o ambas, actuando juntas) habrían posibilitado la intercomunicación.
La preferida sigue siendo la primera. El universo habría pasado por un período de expansión acelerada, o de “inflación”, al comienzo de su historia. Antes de esta fase, las galaxias, o sus precursores. estaban tan juntas, que fácilmente podían coordinar sus propiedades. Durante la inflación, perdieron el contacto debido a que la luz no podía seguir el paso de la frenética expansión. Cuando la inflación acabó, la expansión empezó a desacelerarse, de manera que las galaxias, gradualmente, volvieron a verse unas a otras.
Se atribuye el empuje inflacionario a la energía potencial almacenada en un nuevo campo, el inflación, unos 10 segundos después de la gran explosión. La energía potencial, al contrario que la masa en reposo o la energía cinética, conduce a la repulsión gravitatoria. En vez de ralentizar la expansión. como haría la gravitación de la materia ordinaria, el inflación la acelera. Propuesta en 1981, la inflación ha explicado con precisión una amplia variedad de observaciones [véase “El universo inflacionario”, por Alan H. Guth y Paul J. Steinhardt; INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, julio de 19841. Sin embargo. todavía quedan algunos problemas teóricos, empezando por el de qué es exactamente el inflación y qué le dio una energía potencial inicial tan grande.
La segunda y menos conocida solución del problema prescinde de la singularidad. Si el tiempo no empezó en la explosión, si una larga era precedió al inicio de la presente expansión cósmica, la materia podría haber tenido todo el tiempo necesario para distribuirse homogéneamente por sí misma. De ahí que se haya reexaminado el razonamiento que llevó a inferir la existencia de una singularidad.
Una de sus hipótesis, que la teoría de la relatividad es válida siempre, resulta cuestionable. Cerca de la presunta singularidad, los efectos cuánticos deberían haber sido grandes, incluso dominantes. La relatividad ordinaria no tiene en cuenta tales efectos, de manera que aceptar la inevitabilidad de la singularidad equivale a fiarse de la teoría más allá de lo razonable. Para saber lo que realmente sucedió, hay que subsumir la relatividad en una teoría cuántica de la gravedad. La tarea ha venido ocupando a los teóricos desde la época de Einstein, pero el progreso fue casi nulo hasta mediados los años ochenta.



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Evolución de una revolución

Hoy en día quedan dos enfoques: uno, la gravedad cuántica de bucles, mantiene la teoría de Einstein esencialmente intacta; pero cambia el procedimiento de llevarla a cabo en la mecánica cuántica [véase “Atomos del espacio y del tiempo”, por Lee Smolin; INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, marzo 2004]. Los seguidores de la gravedad cuántica de bucles han dado grandes pasos en los últimos años. A pesar de ello, su método podría no ser tan revolucionario como para resolver los problemas fundamentales de la cuantización de la gravedad. Un problema parecido afrontaron los teóricos de partículas después de que Enrico Fermi introdujera su teoría efectiva de la fuerza nuclear débil en 1934. Todos los esfuerzos por dar sentido a una versión cuántica de la teoría de Fermi fallaron. No se necesitaban nuevas técnicas de cálculo, sino las profundas modificaciones aportadas por la teoría electrodébil de Sheldon Glashow, Steven Weinberg y Abdus Salam a finales de los años sesenta.
La segunda posibilidad, que considero más prometedora, es la teoría de cuerdas, una modificación verdaderamente revolucionaria de la teoría de Einstein. Este artículo se referirá a ella, aunque los proponentes de la gravedad cuántica de bucles afirman que están alcanzando muchas de las mismas conclusiones.
La teoría de cuerdas surgió a partir de un modelo que planteé en 1968 para describir el mundo de las partículas nucleares (protones y neutrones) y sus interacciones. Aunque apasionó en un principio, el modelo fracasó. Sería abandonado años después en favor de la cromodinámica cuántica, que describe las partículas nucleares en términos de constituyentes más elementales, los quarks. Los quarks quedan confinados dentro de los protones o neutrones como si estuvieran ligados entre sí por cuerdas elásticas. Mirando hacia atrás, se comprende que la teoría de cuerdas original captó ese aspecto del mundo nuclear. Sólo más tarde reviviría en el empeño por combinar la relatividad general y la teoría cuántica.
La idea básica es que las partículas elementales no son puntos, sino objetos unidimensionales infinitamente delgados, las cuerdas. El gran zoo de las partículas elementales, cada una con sus propiedades características, refleja los muchos posibles modos de vibración de una cuerda. ¿Cómo puede una teoría tan simple describir el complicado mundo de las partículas y sus interacciones? La respuesta puede encontrarse en lo que cabe llamar magia de la cuerda cuántica. Una vez que las reglas de la mecánica cuántica se aplican a una cuerda vibrante —como si fuera una cuerda de violín en miniatura, excepto que las vibraciones se propagan por ella a la velocidad de la luz—, aparecen nuevas propiedades. Todas tienen hondas consecuencias para la física de partículas y la cosmología.
En primer lugar, las cuerdas cuánticas tienen un tamaño finito. Si no fuera por los efectos cuánticos, se podría cortar una cuerda de violín por la mitad, cortarla de nuevo y así sucesivamente, hasta convertirla en una partícula puntual, sin masa. Pero el principio de incertidumbre de Heisenberg finalmente hace su aparición y evita que las cuerdas más ligeras se corten en trozos menores que unos 10-34 metros. Este irreducible cuanto de longitud, 1, es una nueva constante de la naturaleza introducida por la teoría de cuerdas, paralelamente a la velocidad de la luz, e, y la constante de Planck. h. Desempeña un papel crucial en casi todos los aspectos de la teoría de cuerdas; establece un límite finito a magnitudes que, de otra manera. podrían hacerse cero o infinito.
En segundo lugar, las cuerdas cuánticas pueden tener momento angular incluso aunque carezcan de masa. En la física clásica, el momento angular es una propiedad de un objeto que gira respecto a un eje. La fórmula del momento angular multiplica entre sí velocidad, masa y distancia al eje; por tanto, un objeto sin masa no puede tener momento angular. Pero las fluctuaciones cuánticas cambian la situación. Una pequeña cuerda puede adquirir hasta dos unidades de h de momento angular sin ganar masa. Esta característica es muy bienvenida, ya que se ajusta a las propiedades de los mediadores de todas las fuerzas fundamentales conocidas, así el fotón (para el electromagnetismo) y el gravitón (para la gravedad). Históricamente, fue el momento angular lo que puso sobre la pista de las implicaciones cuántico-gravitatorias de la teoría de cuerdas.
En tercer lugar, las cuerdas cuánticas exigen la existencia de dimensiones extra del espacio, además de las tres usuales. Una cuerda clásica de violín vibrará con independencia de cuáles sean las propiedades del espacio y el tiempo. Una cuerda cuántica es mas exigente. Las ecuaciones que describen la vibración se vuelven incoherentes a menos que el espaciotiempo, o bien esté muy curvado (en contradicción con las observaciones), o contenga seis dimensiones espaciales extra.
Y cuarto, las constantes físicas —las de Newton o de Coulomb. por ejemplo—, que aparecen en las ecuaciones de la física y determinan las propiedades de la naturaleza, ya no tienen valores arbitrarios y fijos. Aparecen en la teoría de cuerdas como campos, bastante parecidos al campo electromagnético, que ajustan sus valores dinámicamente. Pueden haber tenido diferentes valores en diferentes épocas cosmológicas o en remotas regiones del espacio. Incluso hoy en día las “constantes” físicas podrían variar un poco. La observación de cualquier variación proporcionaría un enorme impulso a la teoría de cuerdas.
Uno de esos campos, el dilatón, es la llave maestra de la teoría de cuerdas: determina la intensidad global de todas las interacciones. El dilatón fascina por su valor: se puede reinterpretar como el tamaño de una
dimensión extra del espacio, dando un total de 11 dimensiones al espaciotiempo.



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Atar los cabos sueltos

Finalmente, las cuerdas cuánticas han presentado algunas nuevas y sorprendentes simetrías de la naturaleza, las dualidades, que alteran nuestra intuición de qué sucede cuando los objetos se hacen pequeñísimos. Ya he aludido a una forma de dualidad: por lo normal. una cuerda corta es más ligera que una larga, pero si intentamos reducir su tamaño por debajo de la longitud fundamental 1, se volverá de nuevo pesada.
Otra forma de la simetría, la dualidad T, mantiene que las dimensiones extra pequeñas y grandes son equivalentes. Esta simetría se debe a que las cuerdas pueden moverse de maneras más complicadas que las partículas puntuales. Consideremos una cuerda cerrada (como una sortija) localizada sobre un espacio en forma de cilindro, cuya sección transversal circular represente una dimensión extra finita. Aparte de vibrar, la cuerda puede desplazarse como un todo alrededor del cilindro o enrollarse a su alrededor una o varias veces, como una goma que diese varias vueltas a un tubo (véase el recuadro “Teoría elemental de cuerdas")
El coste energético de estos dos estados de la cuerda depende del tamaño del cilindro. La energía del
enrollamiento es directamente proporcional al radio del cilindro: los cilindros mayores requieren que la cuerda se estire más para enrollarse a su alrededor; por tanto, el enrollamiento contendrá más energía que la que contendría en un cilindro más pequeño. La energía asociada con el movimiento en torno al círculo, por otro lado, es inversamente proporcional al radio: los cilindros mayores permiten longitudes de onda más largas (menores frecuencias), lo que representa menos energía que las longitudes de onda cortas. Si se sustituye el cilindro grande por otro pequeño, los dos estados de movimiento pueden permutar sus papeles. Las energías que había producido el movimiento circular, se producirán ahora por los enrollamientos, y viceversa. Un observador exterior sólo nota los niveles de energía, no el origen de dichos niveles. Para tal observador, los radios grandes y los pequeños son físicamente equivalentes.
Aunque la dualidad T se suele formular para espacios cilíndricos, en los que una dimensión (la circunferencia) es finita, hay una variante que se aplica a nuestras tres dimensiones corrientes. que nos parece que cabe estirar indefinidamente. Se debe ser cuidadoso al hablar de la expansión de un espacio infinito. Su tamaño global no puede cambiar; sigue siendo infinito. Pero sí se puede expandir en el sentido de que los cuerpos de su interior —las galaxias— se alejen unos de otros. La variable crucial no es el tamaño del espacio como un todo, sino su factor de escala, el factor por el que la distancia entre galaxias cambia; se manifiesta en el desplazamiento hacia el rojo de la luz galáctica que los astrónomos observan. Según la dualidad T. universos con pequeños factores de escala son equivalentes a los de factores de escala grandes. Una tal simetría no aparece en las ecuaciones de Einstein. Surge de la unificación, implícita en la teoría de cuerdas; al dilatón le toca ahí un papel central.
Durante años, los teóricos de las cuerdas pensaron que la dualidad T se aplicaba sólo a las cuerdas cerradas y no a las cuerdas abiertas, que tienen cabos sueltos y, por tanto, no se pueden enrollar. En 1995 Joseph Polchinski, de la Universidad de California en Santa Barbara, observó que la dualidad T se aplica también a las cuerdas abiertas, siempre que el cambio entre radios grandes y pequeños se acompañe de un cambio en las condiciones en los puntos finales de la cuerda. Hasta entonces. se habían dictado condiciones de contorno en las que ninguna fuerza actuaba en los extremos de las cuerdas, dejándolos libres para moverse. Bajo la dualidad T. estas condiciones se convierten en las llamadas condiciones de contorno de Dirichlet y los extremos quedan fijos.
Cualquier cuerda dada puede mezclar ambos tipos de condiciones de contorno. Por ejemplo, los electrones pueden ser cuerdas cuyos extremos se mueven libremente en tres de las 10 dimensiones espaciales, pero están fijos en las otras siete. Aquellas tres dimcnsiones forman un subespacio conocido como membrana de Dirichlet, o D-brana. En 1996 Petr brava, de la Universidad de California en Berkeley, y Edward Witten, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, propusieron que nuestro universo reside en una tal brana. La movilidad parcial de los electrones y de otras partículas explica por qué somos incapaces de percibir las diez dimensiones del espacio en todo su esplendor.



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Domesticar el infinito

Las mágicas propiedades de las cuerdas cuánticas apuntan a una misma conclusión: las cuerdas aborrecen el infinito. Como no pueden contraer- se hasta convertirse en un punto infinitesimal, evitan las paradojas que un colapso así entraña. Su tamaño no nulo y nuevas simetrías establecen límites superiores a las magnitudes físicas que aumentan ilimitadamente en las teorías ordinarias, e imponen cotas inferiores a las que decrecen. Los teóricos de cuerdas piensan que cuando se proyecta la historia del universo hacia atrás en el tiempo, la curvatura del espaciotiempo va aumentando. Pero en vez de ir creciendo hasta el infinito (hasta la tradicional singularidad de la gran explosión), acaba por alcanzar un máximo y se reduce otra vez. Antes de la teoría de cuerdas, difícil era imaginar mecanismos que eliminasen tan limpiamente la singularidad.
Las condiciones cerca del tiempo cero de la gran explosión eran tan extremas, que aún no se sabe cómo resolver Las ecuaciones. Sin embargo, los teóricos de cuerdas han aventurado hipótesis acerca del universo anterior a la gran explosión. Están tomando en consideración dos modelos sobre todo.
El primero, que establece la existencia de una época previa a la gran explosión —mis compañeros y yo empezamos a desarrollarlo en 1991—, combina la dualidad T con la simetría, más conocida por todos, de la inversión temporal, según la cual las ecuaciones de la física valen tanto cuando se las aplica hacia atrás en el tiempo como cuando se las aplica hacia delante. La combinación da lugar a nuevas cosmologías posibles en las que el universo se expande, digamos que cinco segundos antes de la gran explosión, a la misma velocidad que cinco segundos después. Pero el cambio de la expansión era opuesto en los dos instantes; si se estaba desacelerando después, antes se aceleraba. En pocas palabras: la gran explosión podría no haber sido el origen del universo, sino sólo una violenta transición desde la aceleración a la desaceleración.
La belleza de este modelo es que incorpora de manera automática la gran intuición de la teoría inflacionaria estándar: que el universo debió sufrir un período de aceleración a fin de quedar tan homogéneo e isótropo. En la teoría estándar, la aceleración ocurre después de la gran explosión debido a un campo. el inflación, ad hoc. En el modelo de la pre-gran explosión, ocurre antes de la explosión, como un resultado natural de las nuevas simetrías de la teoría de cuerdas.
Según esa hipótesis, el universo pre-explosivo era casi una imagen especular perfecta del que siguió a la explosión (véase el recuadro “La hipótesis de la época previa a la gran explosión”). Si el universo es eterno hacia el futuro, con su contenido enrareciéndose hasta convertirse en un caldo diluido, también será eterno hacia el pasado. Infinitamente antes, estaba casi vacío; sólo contenía un gas tenue, muy disperso y caótico, de radiación y materia. Las fuerzas de la naturaleza, controladas por el campo del dilatón, eran tan débiles que las partículas del gas, apenas si interaccionaban.
A medida que transcurrió el tiempo, las fuerzas ganaron intensidad y tendieron a agrupar la materia. Aleatoriamente, algunas regiones acumularon materia a expensas de sus entornos. Por último, la densidad en estas regiones se hizo tan alta, que empezaron a formarse agujeros negros. La materia del interior de esas regiones se desconectó entonces del exterior. El universo se partió en fragmentos disconexos.
Dentro de un agujero negro, el espacio y el tiempo intercambian papeles. El centro del agujero negro no es un punto del espacio sino un instante de tiempo. A medida que la materia se precipitaba hacia el centro, alcanzaba densidades más y más altas. Pero cuando la densidad, la temperatura y la curvatura adquirieron los valores máximos permitidos por la teoría de cuerdas, rebotaron y empezaron a decrecer. El momento de esta inversión es lo que llamamos gran explosión. El interior de uno de esos agujeros negros se convirtió en nuestro universo.
No es sorprendente que un esquema tan poco corriente haya provocado controversias. Andrei Linde. de la Universidad de Stanford, ha argumentado que para que concordase con las observaciones, el agujero negro del que surgió nuestro universo tendría que haberse formado con un tamaño inusualmente grande, mucho mayor que la escala de longitud de la teoría de cuerdas. Una respuesta a esta objeción es que las ecuaciones predicen agujeros negros de todos los tamaños posibles. Resulta que nuestro universo se formó dentro de uno suficientemente grande.
Una objeción más seria, planteada por Thibault Damour, del Instituto de Altos Estudios Científicos, de Bures-sur-Yvette, y Marc Henneaux, de la Universidad Libre de Bruselas, es que la materia y el espaciotiempo se habrían comportado caóticamente cerca del momento de la explosión. en posible contradicción con la observada regularidad del universo primitivo. Hace poco he propuesto que un estado caótico produciría un denso gas de “agujeros de cuerda” en miniatura, unas cuerdas tan pequeñas y con tanta masa, que estarían al borde de convertirse en agujeros negros. El comportamiento de estos agujeros podría resolver el problema planteado por Damour y Henneaux. Tom Banks, de la Universidad de y Willy Fischler, de la de Texas en Austin. han ofrecido una solución semejante. También existen otras críticas; está por determinar si han descubierto un fallo fatal de la hipótesis.

Choques de Branas

El otro modelo importante de un universo anterior a la explosión es el ecpirótico. [O “a partir del fuego”; se refiere a la creencia de la filosofía estoica en el final y reconstrucción cíclicos del mundo por el fuego.] Lo concibió hace tres años un equipo de cosmólogos y teóricos de cuerdas —Justin Khoury, de la Universidad de Columbia, Paul Steinhardt, de Princeton, Burt A. Ovrut, de la de Pennsylvania, Nathan Seiberg, del Instituto de Estudios Avanzados, y Neil Turok, de la Universidad de Cambridge—. Se basa en la hipótesis de que nuestro universo es una de muchas D-branas que flotan en un espacio de más dimensiones. Las branas ejercen fuerzas atractivas entre ellas y, ocasionalmente, chocan. La gran explosión consistiría en el impacto de otra brana sobre la nuestra (véase el recuadro “El modelo ecpirótico”).
En una variante de este modelo, las colisiones ocurren cíclicamente. Dos branas chocan, rebotan, se separan, se atraen mutuamente, chocan de nuevo, y así sucesivamente. Entre colisiones, las branas son plásticas: se expanden a medida que se alejan y se contraen algo a medida que se vuelven a acercar. Durante la transición, el ritmo de expansión se acelera; la actual expansión acelerada del universo quizás augure una nueva colisión.
Los modelos de la pre-gran explosión y ecpirótico poseen algunas características comunes. Ambos empiezan con un universo grande, frío y casi vacío, y ambos comparten el difícil (y no resuelto) problema de la transición entre la fase previa a la explosión y lo que viene después. Matemáticamente, la principal diferencia entre ambas hipótesis se encuentra en el comportamiento del campo del dilatón. En la pregran explosión, el dilatón empieza con un valor pequeño —de manera que las fuerzas de la naturaleza son débiles— y paulatinamente gana intensidad. Lo opuesto sucede en el modelo ecpirótico, donde la colisión ocurre cuando las fuerzas más débiles son.
Los creadores de la teoría ecpirótica esperaban que la debilidad de las fuerzas permitiría analizar el rebote con más facilidad, pero hubieron de enfrentarse de todas formas a las dificultades de las curvaturas grandes. Está por ver si su modelo realmente evita una singularidad. Además, requiere unas muy especiales condiciones para resolver las usuales paradojas cosmológicas. Por ejemplo, las branas a punto de chocar debieron haber sido casi exactamente paralelas entre sí, pues de lo contrario la colisión no podría haber dado lugar a una explosión suficientemente homogénea. La versión cíclica podría resolver este problema, ya que las sucesivas colisiones permitirían que las branas se rectificaran por sí mismas.
Dejando aparte la difícil tarea de justificar plenamente estos dos modelos desde el aspecto matemático, hay que preguntarse si tienen algunas consecuencias físicas observables. A primera vista, ambos podrían parecer un ejercicio, no de física, sino de metafísica, ideas interesantes de las que los observadores nunca podrán probar si son ciertas o no. Tal actitud es demasiado pesimista. Como sucede con los detalles de la fase inflacionaria, los de una posible época pre-explosiva podrían tener consecuencias observables, inscritas sobre todo en las pequeñas variaciones observadas en la temperatura del fondo cósmico de microondas.
En primer lugar, las observaciones muestran que las fluctuaciones de temperatura fueron moldeadas por ondas acústicas durante varios cientos de miles de años. La regularidad de las fluctuaciones indica que las ondas estuvieron sincronizadas. Se han descartado muchos modelos cosmológicos a lo largo de los años porque no podían explicar esta sincronía. Los modelos inflacionario, de la pre-gran explosión y ecpirótico superan esta primera prueba. En los tres, las ondas fueron generadas por procesos cuánticos amplificados durante el período de expansión cósmica acelerada. Las fases de las ondas estaban alineadas.
En segundo lugar. cada modelo predice una diferente distribución de las fluctuaciones de la temperatura con respecto al tamaño angular. La observación ha encontrado que las fluctuaciones de todos los tamaños tienen aproximadamente la misma amplitud. (Las desviaciones discernibles tienen lugar sólo a escalas muy pequeñas, donde las fluctuaciones primordiales han sido alteradas por procesos subsiguientes.) Los modelos inflacionarios reproducen muy bien esta distribución. Durante la inflación, la curvatura del espacio cambió de un modo paulatino: se generaron, pues, fluctuaciones de diferentes tamaños bajo condiciones muy parecidas. En los dos modelos basados en la teoría de cuerdas, la curvatura evolucionó rápidamente, con lo que creció la amplitud de las fluctuaciones de pequeña escala, pero otros procesos potenciaron las de escalas grandes:
todas las fluctuaciones quedaron con la misma intensidad. En el modelo ecpirótico, entre esos otros procesos se incluye la dimensión extra del espacio, la que separa las branas que chocan; en el de la pre-gran explosión, un campo cuántico relacionado con el dilatón, el axión. En resumidas cuentas, los tres modelos se ajustan a los datos.
En tercer lugar, las variaciones de temperatura pueden deberse a dos procesos distintos del universo primitivo: las fluctuaciones de la densidad de materia y las ondulaciones causadas por las ondas gravitatorias. En la inflación intervienen ambos procesos, mientras que en la pre-gran explosión y el modelo ecpirótico predominan las variaciones de densidad. Las ondas gravitatorias de ciertos tamaños dejarían una señal distintiva en la polarización del fondo de microondas [véase “Ecos de la Gran Explosión”, por Robert R. Caldwell y Marc Kamionkowski; INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, marzo 20011. Futuros observatorios, como el satélite Planck de la Agencia Europea del Espacio. captarán esa señal, si existe; se tratará de una contrastación casi definitiva.
Un cuarto examen se refiere a la estadística de las fluctuaciones. En la inflación, las fluctuaciones siguen una curva con forma de campana, o gaussiana. Lo mismo puede suceder en el caso ecpirótico, mientras que la pre-gran explosión permite apreciables desviaciones de la curva de Gauss.
Los análisis del fondo de microondas no son la única manera de comprobar estas teorías. Con pre-gran explosión debería haber también un fondo aleatorio de ondas gravitatorias en un intervalo de frecuencias que, aunque irrelevante para el fondo de microondas, sería detectable por los futuros observatorios de ondas gravitatorias. Además, debido a que los modelos de la pre-gran explosión y ecpirótico implican cambios en el campo del dilatón, que va acoplado al campo electromagnético, ambos llevarían a fluctuaciones a gran escala del campo magnético: podrían manifestarse vestigios suyos en los campos magnéticos galácticos e intergalácticos.
¿Cuándo empezó el tiempo? Aún no tenemos una respuesta concluyente, pero por lo menos dos teorías potencialmente comprobables mantienen con verosimilitud que el universo —y por tanto el tiempo— existía antes de la gran explosión. Si una u otra son ciertas. el cosmos habría existido siempre, y aunque un día vuelva a derrumbarse sobre sí mismo, no acabará nunca.

6.11.12

Obras de Benjamín Solari Parravicini pt.2

B.S.Parravicini, sin fecha. "La Madre Santa no será ya en el tiempo de Kropp, la “madre” será en el laboratorio del injerto semental"

B.S.Parravicini, año 1937. " La mujer-hombre será una verdad y será en dos fases; por nacimiento “bisexo” y por ancestro. Será el vicio en ellas, mas la verdad brillará. Médicos operaran y harán bien, mas la mujer-hombre no será interpretada hasta el 70


B.S.P. 1937. " El contacto sexual disminuirá por ser de atracción desmejorada. El hombre despreciara a la mujer “masculinizada” y descompuesta por modas absurdas. La mujer será alejada de la maternidad por falta de deseo al hombre afeminado y descompuesto por modas ridículas. El laboratorio medico impondrá el cultivo materno en forma artificial y el hombre del mañana será de selección espermática


" La bondad desaparecerá del mundo. El robo y el crimen se adueñaran del ambiente. La pureza de las criaturas será corrompida por el mal ejemplo de hogares desnaturalizados. Los casamientos irán en minoría. Los amantes serán igual admirados. El hombre se dejara siempre seducir. Ellas serán las seductoras " (1934)


" La intuición no será ya y el hombre conocerá la tribulación. El hombre soberbio e hipócrita que destrozó el sendero, mató al hermano, relajó el sexo, envileció al menor y corrió anhelante tras el oro. El hombre que abandono el amor " B.S.P. 1938


1.11.12

Cómo Fue Inventado 'Los Pilares del Sistema Monetario Mundial' y Quién Se Ha Aprovechado de Todo Esto - Crisis Del Dólar

Las manipulaciones del sistema monetario y del sistema de cambio constituyen el mayor escándalo de nuestra época.
Por vez primera, la estafa monetaria alcanza dimensiones mundiales - se está desarrollando efectivamente a través del mundo entero - sin que ningún gobierno sea capaz de controlarla ni de ponerle fin o de impedirla.
Formalmente, es incluso legal debido a razones obsoletas.

La etapa decisiva en la ruptura con la moneda de Estado se produjo con la fundación, en 1913, del Sistema Federal de Reserva de Estados Unidos.
Desde finales del siglo XIX, los bancos que se hallaban bajo control del imperio Rothschild emprendieron una gran campaña para apoderarse del control de la economía estadounidense. 
Los Rothschild, provenientes de Europa, financiaron,
  • el Banco J.P. Morgan & Co.
  • el Banco Kuhn Loeb & Co.
  • John D. Rockefellers
  • Standard Oil Co.
  • los ferrocarriles de Edward Harriman 
  • las fábricas de acero de Andrew Carnegie
Alrededor del año 1900, los Rotschild enviaron a Estados Unidos a uno de sus agentes, Paul Warburg, quien debía cooperar con el Banco Kuhn Loeb & Co. Jacob Schiff y Paul Warburg [quienes] emprendieron una campaña tendiente a instaurar varios «Federal Reserve Banks» (FED), instituciones privadas de emisión de moneda.
Con el apoyo de los dos grandes grupos financieros Rothschild y Rockefeller, lograron fundar un banco central privado con derecho a emitir su propia moneda, medio legal de pago garantizado al principio por el Estado.
La instauración de la FED, en 1913, permitió que los banqueros internacionales pudieran consolidar su poderío financiero en Estados Unidos.
Paul Warburg fue el primer presidente de la FED.
Después de la fundación de la FED se produjo la adopción de la 6ª enmienda de la Constitución estadounidense, que permitió que el gobierno cobrara un impuesto sobre los ingresos. Era consecuencia del hecho que el gobierno no pudiera ya emitir su propia moneda.
De esa manera, los banqueros internacionales se apropiaban indirectamente del patrimonio privado del ciudadano estadounidense.
En aquel momento, los accionistas más importantes de la FED eran:
  • Los bancos Rothschild de París y de Londres
  • El Banco Lazard frères de París
  • El Banco Israel Moses Seif en Italia
  • El Banco Warburg en Amsterdam y Hamburgo
  • El Banco Lehmann en Nueva York
  • El Banco Kuhn Loeb & Co.en Nueva York
  • El Banco Rockefeller Chase Manhattan en Nueva York
  • El Banco Goldman Sachs en Nueva York.
Después de la Primera Guerra Mundial, las reservas mundiales de oro se acumularon en aquel banco privado que en realidad era la FED, de manera que numerosos bancos centrales no pudieron seguir manteniendo el patrón oro y sus países se vieron inmersos en la deflación, produciéndose así la primera crisis económica mundial.
Durante la Guerra Mundial, Estados Unidos llegó a exigir que los países en guerra le pagaran con oro las armas que compraban. Al terminar la guerra, el oro de Alemania se convirtió en botín de guerra. Más de 30,000 toneladas del oro mundial se acumularon así en Estados Unidos.
Ese oro sirvió de cobertura al dólar. Pero, como gran parte de esos dólares estaba haciendo el papel de reserva monetaria en las cajas de los bancos centrales extranjeros, Estados Unidos pudo seguir imprimiendo más dólares, en cantidades que ya no correspondían con sus reservas en oro.
En efecto, los demás países necesitaban dólares para poder comprar materias primas, que se compraban solamente con esa moneda. Además del oro, el dólar se convirtió así en una de las principales reservas monetarias de los bancos centrales extranjeros.
Había comenzado el reinado mundial del dólar.
En 1971, Richard Nixon (el presidente número 37 de Estados Unidos, de 1969 a 1974) anuló la convertibilidad del dólar en oro y, al mismo tiempo, la garantía del Estado sobre el valor del dólar. Desde entonces, el valor del billete verde no está en correspondencia con las reservas de oro ni está garantizado por el Estado.
Se trata por tanto de la moneda privada libre de la FED.
Pero la masa monetaria de dólares que la FED pone en circulación (desde marzo de 2006, la FED no ha publicado más la cifra de la masa monetaria M3) se ha convertido en un problema sin solución: la masa mundial de bienes se cuadriplicó durante los últimos 30 años, pero la masa monetaria se multiplicó por 40.
¿Cómo funciona este banco privado con derecho a imprimir los dólares? La FED produce dólares. Los presta al gobierno de Estados Unidos a cambio de obligaciones que le sirven [a la FED] como «garantías». Los bancos de la FED en posesión de esos títulos perciben intereses anuales. Muy astutos, ¿no les parece?
Ya en 1992, las obligaciones en poder de la FED alcanzaban un valor de 5 trillones de dólares, y los intereses que paga el contribuyente estadounidense siguen aumentando constantemente. La FED se apoderó de ese increíble patrimonio prestándole dinero al gobierno de Estados Unidos y cobrándole después intereses.
El contravalor es ese papel verde que se conoce con el nombre de dólar.
Es importante repetir que no es el gobierno de Estados Unidos quien emite el dólar, sino la FED, que a su vez se encuentra bajo el control de bancos privados y que pone a disposición del gobierno cantidades de dinero y, como contrapartida, cobra jugosos intereses y recoge impuestos. Nadie se da cuenta de esta artimaña.
Además, las obligaciones que el gobierno emite otorgan a la FED una garantía, de carácter público y privado, sobre el conjunto de bienes y fondos de Estados Unidos.
Numerosas acciones jurídicas han tratado de obtener la anulación de la ley sobre la FED, sin éxito hasta el momento.
El presidente John F. Kennedy fue el primero que trató de transformar la FED emitiendo un decreto presidencial («executive order number 11110»).
Poco después, fue asesinado, probablemente por su propio servicio de inteligencia. Lo primero que hizo su sucesor, Lyndon B, Johnson, en el avión presidencial que lo traía a Washington desde Dallas, fue anular el decreto de Kennedy.
¿Cuál es la situación actual?
Los bancos privados tratan por todos los medios de mantener y reforzar su gigantesca fuente de ingresos: el dólar.
Y a los países que quieren establecer sus relaciones comerciales internacionales [en adelante] sobre la base del euro, como Irak, Irán o Venezuela, se les tilda de terroristas.
Se obliga a los gobiernos a vender sus productos a Estados Unidos a cambio de dólares carentes de valor, y el desenfrenado aumento de liquidez proporciona a la alta finanza [internacional] las sumas ilimitadas que le permiten comprar el mundo entero.
Los bancos centrales del mundo entero se ven obligados a acumular dólares sin valor como «reservas monetarias».
El dólar estadounidense es la moneda privada de la alta finanza, moneda que nadie garantiza, que no dispone de otra garantía que la propia, moneda que se utiliza para maximizar la ganancia, acrecentada sin vergüenza alguna, que se utiliza como medio de dominación mundial y para acaparar las materias primas y otros valores del mundo.


fuente: VoltaireNet