21.2.13

DIOSES DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Zecharia Sitchin

¿Cómo pudo ser que, después de cientos de miles o millones de años de penosa y lenta evolución, todo cambiara de forma tan abrupta y completa, y, con tres empujones -alrededor de 11000-7400-3800 a.C-, los primitivos cazadores y recolectores nómadas se transformaran en agricultores y alfareros, en constructores de ciudades, ingenieros, matemáticos, astrónomos, metalúrgicos, comerciantes, músicos, jueces, médicos, escritores, bibliotecarios o sacerdotes? Se podría ir todavía más allá para hacer una pregunta aún más básica, magníficamente planteada por el profesor Robert J. Braidwood (Prehistoric Men): «Después de todo, ¿por qué ocurrió? ¿Por qué todos los seres humanos no estamos viviendo todavía como se vivía en el Mesolítico?»
Los sumerios, la gente por la cual vino a ser esta civilización tan repentina, tenían una respuesta preparada.
La resumieron en una de las decenas de miles de inscripciones mesopotámicas encontradas: «Todo lo que se ve hermoso, lo hicimos por la gracia de los dioses».
Los dioses de Sumer. ¿Quiénes eran? ¿Eran los dioses sumerios como los dioses griegos, que vivían en una gran corte, de festín en el Gran Salón de Zeus en los cielos-Olimpo, cuyo homólogo en la tierra era el monte más alto de Grecia, el Monte Olimpo?
Los griegos ofrecían una imagen antropomórfica de sus dioses, con un aspecto físico similar al de los hombres y las mujeres mortales y con un carácter humano. Podían mostrarse felices, irritados o celosos; hacían el amor, discutían y luchaban; y procreaban como eres humanos, teniendo descendencia a través de la relación sexual, entre ellos o con humanos.
Eran inalcanzables y, sin embargo, siempre se estaban mezclando en los asuntos humanos. Podían ir de aquí para allá a una velocidad de vértigo, aparecer y desaparecer; tenían armas poco comunes y de un inmenso poder. Cada uno tenía una función específica y, como consecuencia, cualquier actividad humana podía padecer o beneficiarse de la actitud del dios encargado de esa actividad en particular; por tanto, los rituales de culto y las ofrendas a los dioses estaban destinados a ganarse su favor.
La principal deidad de los griegos durante la civilización helénica fue Zeus, «Padre, de Dioses y Hombres», «Señor del Fuego Celestial». Su principal arma y símbolo era el rayo. Era un «rey» en la tierra que había descendido de los cielos; alguien que tomaba decisiones y dispensaba bien y mal a los mortales, pero cuyo ámbito original estaba en los cielos.
No fue ni el primer dios sobre la Tierra, ni tampoco el primero en haber estado en los cielos. Mezclando teología con cosmología para crear lo que los estudiosos llaman mitología, los griegos creían que en un principio fue el Caos; después, aparecieron Gea (la Tierra) y su consorte Urano (los cielos). Gea y Urano tuvieron doce hijos los. Titanes, seis varones y seis hembras. Aunque sus legendarias hazañas tuvieron lugar en la Tierra, se daba por cierto que tenían una contraparte astral.
Crono, el más joven de los titanes varones, emergió como figura principal en la mitología olímpica. Alcanzó la supremacía entre los titanes a través de la usurpación, después de castrar a su padre, Urano. Temiendo a los otros titanes, Crono los hizo prisioneros y los desterró. Por todo esto, su madre lo maldijo y lo condenó a sufrir el mismo destino que su padre, y a ser destronado por uno de sus propios hijos.
Crono se casó con su hermana Rea, con la que tuvo tres hijos y tres hijas: Hades, Poseidón y Zeus; Hestia,Deméter y Hera. Una vez más, el destino había marcado que el hijo más joven sería el que depondría a su padre, y la maldición de Gea se convirtió en realidad cuando Zeus derrocó a Crono, su padre.
Pero parece ser que el golpe de estado no estuvo exento de problemas. Durante muchos años hubo batallas entre los dioses, y se originó toda una hueste de seres monstruosos. La batalla decisiva fue entre Zeus y Tifón una deidad con forma de serpiente. Él combate alcanzó a grandes zonas, tanto de la Tierra como de los cielos.
El lance final tuvo lugar en el Monte Casio, en los límites entre Egipto y Arabia, parece ser que en algún lugar de la Península del Sinaí.

7.2.13

¿QUÉ ES LA TEORÍA M?


Carmen A. Núñez


M es el nombre de la teoría que pretende explicar todo el universo, desde las partículas elementales y los átomos hasta las galaxias y el big bang. ¿Por qué M, un título tan breve para un objetivo tan ambicioso? Hay varias acepciones posibles, según las preferencias del físico que lo justifica. La M de madre refleja la intención de ser el origen de todas las explicaciones o de contener las leyes primordiales de la física. La M de magia, misterio o milagro refiere, en cambio, al asombro que despiertan sus propiedades y su aparente capacidad de unificar todas las interacciones o fuerzas fundamentales de la naturaleza, una meta perseguida durante mucho tiempo y considerada quizás inalcanzable. La más modesta M de membrana ilustra
ciertas características técnicas de la teoría.

¿En qué sentido pretende M explicar todo?
La física busca verdades universales sobre la naturaleza. Cuando estas verdades se encuentran, se trata de explicarlas apelando a principios más profundos, a verdades más fundamentales a partir de las cuales se puedan deducir las anteriores. Estas certezas más esenciales, a su vez, se tratan de entender recurriendo a razones todavía más básicas. Y así sucesivamente. Siguiendo las cadenas de explicación, desde la vida cotidiana hasta el mundo microscópico, varias de las preguntas más antiguas−¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué el agua es líquida y se evapora al hervir?−se han respondido en términos de las propiedades de los átomos y de la luz. Estas propiedades, por su parte, se deducen de sus componentes, las partículas elementales, cuyas propias peculiaridades se pueden deducir a partir de estructuras más simples. El punto inicial de todas las explicaciones es lo que se entiende por la teoría madre. Este reduccionismo o búsqueda de principios cada vez más elementales, más básicos, se ha dado en la física históricamente a través de unificaciones de teorías. La tendencia a la descripción unificada de fenómenos considerados previamente independientes, la búsqueda de principios aglutinadores, permitió a lo largo del desarrollo de la disciplina
explicar más hechos que los contenidos originalmente en las partes que se intentaba amalgamar y se convirtió en la guía orientadora de la evolución de esta ciencia.
La idea de encontrar un principio fundamental a partir del cual derivar las leyes del universo no es reciente. La humanidad ha buscado desde épocas muy remotas comprender las diversas manifestaciones de la naturaleza como diferentes aspectos de un mismo fenómeno (o conjunto de fenómenos). En Occidente, el origen de estas ideas se remonta a los presocráticos, quienes buscaban las explicaciones de todos los fenómenos naturales en términos de algún elemento fundamental: agua, aire, tierra o fuego. La primera teoría
madre, elaborada por Leucipo y Demócrito en el siglo V a.C., postulaba que los constituyentes últimos e indivisibles de la materia eran los átomos. Esos átomos eran muy diferentes de los que conocemos hoy, pero hay una diferencia más importante entre aquellas teorías antiguas y la ciencia moderna: la actual exigencia de verificación experimental. Una explicación científica moderna debe contener una comprensión cuantitativa de los fenómenos. ¿Cuánto progresamos en el conocimiento de la naturaleza si aceptamos que el agua o los átomos son los constituyentes fundamentales de la materia, si no podemos calcular propiedades como la densidad, la resistencia o la conductividad eléctrica? Y por lo tanto, sin la capacidad de hacer predicciones experimentales, nunca podríamos comprobar si la explicación presocrática o la de Demócrito es la acertada.
En la actualidad, los cuatro siglos de desarrollo de la física han permitido acumular gran cantidad de información y reducir drásticamente el número de principios fundamentales. Hoy sabemos que todos los fenómenos naturales, por más variados y diferentes que parezcan, se pueden explicar en términos de cuatro interacciones o fuerzas fundamentales: la gravitatoria, la electromagnética y las subatómicas fuerte y débil. Pero a pesar de haber logrado restringir tan abruptamente la complejidad del problema, todavía no se ha encontrado la teoría original, la que unifica estas cuatro interacciones fundamentales. Sólo hay algunos indicios que guían la búsqueda. Estas son las pistas que trata de organizar la teoría M y que nosotros
intentaremos describir en este artículo. Como el tema es muy técnico, introducimos algunos conceptos e ideas que resultan necesarios a través de una breve historia de la física. Este recorrido histórico, con especial atención a las unificaciones logradas, nos ayudará a explicar por qué la búsqueda de la teoría madre se realiza en el contexto de la física de altas energías. En la segunda parte describimos la teoría M, indicando sus logros y debilidades y resumiendo la manera en que resuelve los problemas que presentan teorías previas.