de Neal Stephenson
Lo primero que tiene que hacer cualquier progamador al escribir un nuevo fragmento de software es decidir cómo tomar la información con que está trabajando (en un programa gráfico, una imagen; en una hoja de cálculo, una tabla de números) y
convertirla en una serie lineal de bytes. Estas sartas de bytes se denominan
habitualmente archivos o (de modo algo más a la última) flujos. Son a los
telegramas lo que los humanos actuales son al hombre de Cromagnon, lo que quiere
decir la misma cosa con distinto nombre. Todo lo que se ve en la pantalla del
ordenador - Tomb Raider, los
correos electrónicos de voz digitalizada, los faxes, y los documentos de
procesador de textos escritos en treinta siete tipos diferentes - sigue siendo,
desde el punto de vista del ordenador, igual que telegramas, sólo que son mucho
más largos, y requieren más aritmética.
El modo más
rápido de apreciarlo es encendiendo el navegador, visitando un sitio web, y
seleccionando el ítem Ver Código Fuente en el menús. Saldrá código informático
parecido a éste:
Esto se llama HTML, Lenguaje de Marcado de
HiperTexto, y básicamente es un lenguaje de programación muy sencillo que le
dice al navegador cómo dibujar una página en la pantalla. Cualquiera puede
aprender HTML y mucha
gente lo hacer. Lo importante es que, por muchas espléndidas páginas multimedia
que representen, los archivos de HTML
son sólo telegramas.
Cuando Ronald
Reagan era locutor de radio, solía informar de los partidos de béisbol leyendo
las concisas descripciones que llegaban por el telégrafo y se imprimían en
cinta de papel. Se sentaba solo en una habitación insonorizada con un
micrófono, y la cinta de papel salía de la máquina y le caía en la palma de la
mano, cubierta de crípticas abeviaturas. Si el tanteo pasaba de tres a dos,
Reagan describía la escena como se la imaginaba: El fornido zurdo sale del puesto de bateo para secarse el sudor. El
árbitro se adelanta para limpiar el polvo de la base etc. Cuando
el criptograma en la cinta de papel anunciaba un golpe en una base, Reagan
golpeaba el borde de la mesa con un lápiz, creando un pequeño efecto sonoro, y
describía el arco de la pelota como si pudiera verlo de verdad. Sus oyentes,
muchos de los cuales presumiblemente creían que Reagan estaba de hecho en el
campo de juego viendo el partido, reconstruían la escena en su mente según sus
descripciones.
Así es
exactamente como funciona la WWW:
los archivos HTML son
la concisa descripción en la cinta de papel, y el navegador es Ronald Reagan.
Lo mismo vale para los GUIs en
general.
Así que un
sistema operativo es un montón de metáforas y abstracciones que media entre los
telegramas y tú, encarnando diversos trucos que el programadosr usó para
convertir la información con la que estás trabajando - ya sean imágenes,
mensajes de correo electrónico, películas, o documentos de procesador de textos
- en las sartas de bytes que son lo único con lo que funcionan los ordenadores.
Cuando usamos equipo telegráfico genuino (teletipos) o sus sustitutos de alta
tecnología (teletipos de vidrio,
o la línea de comandos de MS-DOS)
para trabajar con nuestros ordenadores, estamos muy cerca de la base de este
montón. Cuando usamos la mayor parte de sistemas operativos modernos, sin
embargo, nuestra interacción con la máquina se ve fuertemente mediada. Todo lo
que hacemos es interpretados oy traducido una y otra vez mientras se abre
camino a través de todas las metáfora y abstracciones.
El sistema operativo
de Macintosh fue una revolución en el buen y en el mal sentido. Obviamente era
cierto que las interfaces de línea de comandos no eran para todo el mundo, y
que estaría bien hacer los ordenadores accesibles a un público menos técnico -
si no porrazones altruistas, entonces porque este tipo de persona constituía un
mercado incomparablemente mayor. Está claro que los ingenieros del Mac vieron
todo un país nuevo que se les abría; casi podías oírles mascullas, ¡Caray! ¡Ya no tenemos que limitarnos a los archivos
como flujos lineales de bytes, vive la revolution, veamos lo lejos que llegamos
con esto!. No había ninguna interfaz de línea de comandos
disponible en el Macintosh; hablabas con la máquina a través del ratón, o no
hablabas. Ésta era una especie de declaración de principios, una credencial de
pureza revolucionaria. Parecía que los diseñadores del Mac pretendían barrer
las Interfaces de Línea de comandos a la papelera de la historia.
Mi propia
historia de amor con el Macintosh comenzó en la primavera de 1984 en una tienda
de ordenadores en Cedar Rapids, Iowa, cuando un amigo mío - por coincidencia,
el hijo del dueño del descapotable - me mostró un Macintosh ejecutando
MacPaint, el revolucionario programa de diseño. Terminó en julio de 1995 cuando
traté de guardar un archivo grande e importante en mi Macintosh Powerbook y en
vez de eso destruyó los datos de modo tan concienzudo que dos programas
distintos de recuperación de datos fueron incapaces de hallar rastro alguno de
que hubiera existido jamás. En aquellos diez años, sentía una pasión por el
MacOS que en aquel momento parecía virtuosa y razonable, pero que mirando atrás
me parece el mismo tipo de enamoramiento engañoso que el padre de mi amigo
tenía con su coche.
La introducción
del Mac inició una especie de guerra santa en el mundo de la informática. ¿Eran
los GUIs una
brillante innovación tecnológica que convertía a los ordenadores en más
accesibles para los humanos y por tanto para las masas, llevándonos a una
revolución sin precedentes en la sociedad humana, o una insultante chorrada
audiovisual diseñada por hackers zumbados de San Francisco, que despojaba a los
ordenadores de su potencia y flexibilidad y convertía el serio y noble arte de
la computación en un pueril videojuego?
Este debate, de hecho,
me parece más interesante hoy en día que a mediados de los 80. Pero la gente
más o menos dejó de debatir cuando Microsoft respaldó la idea de losGUIs al sacar el primer Windows. En aquel momento, los partidarios de la línea de comandos se vieron relegados al status de viejos carcamales, mientras se disparaba un nuevo conflicto entre usuarios de MacOS y usuarios de Windows.
Había mucho sobre lo que discutir. Los primeros Macintosh parecían distintos de otrosPCs incluso estando apagados: consistían en una caja que contenía tanto la CPU(la parte del ordenador que hace aritmética con los bits) como la pantalla del monitor. Esto suponía, en aquel momento, una especie de afirmación filosófica: Apple quería convertir el ordenador personal en un electrodoméstico, como la tostadora. Pero también reflejaba las exigencias puramente técnicas de ejecutar una inferfaz gráfica de usuario. En una máquina deGUI, los chips que dibujan las cosas en la pantalla tienen que ir integrados con la unidad de procesamiento central, o CPU, del ordenador, en un grado mucho mayor que en las interfaces de línea de comandos, que hasta hace poco ni siquiera sabían que no estaban hablando sólo con teletipos.
Esta distinción era de naturaleza técnica y abstracta, pero se hacía más clara cuando la máquina fallaba (como sucede frecuentemente con tecnologías cuyo funcionamiento se comprende mejor viéndolas fallar). Cuando todo se iba a la porra y laCPU empezaba a escupir bits aleatoriamente, el resultado, en una máquina de interfaz de línea de comandos, era líneas y líneas de caracteres perfectamente formados pero aleatorios en la pantalla - lo que los conocedores conocían como ponerse cirílico. Pero para el MacOS la pantalla no era
teletipo sino un lugar en el que poner gráficos; la imagen en pantalla era un
mapa de bits, una representación literal de los contenidos de una parte dada de
la memoria del ordenador. Cuando el ordenador fallaba y escribía tonterías en
el mapa de bits, el resultado era algo que recordaba vagamente a la nieve en
una televisión estropeada - un snow crash.
E incluso tras la introducción de Windows, las diferencias subyacentes persistieron; cuando una máquina Windows tenía problemas, la vieja interfaz de línea de comandos caía sobre el GUIcomo un telón de amianto sellando el escenario de una ópera incendiada. Cuando un Macintosh tenía problemas te presentaba el dibujito de una bomba, que resultaba gracioso la primera vez que los veías.
Y éstas no eran en absoluto diferencias superficiales. El retorno de Windows a una interfaz de línea de comandos cuando tenía problemas les demostraba a los partidarios del Mac que Windows no era más que una fachada barata, como una chillona manta afgana tendida sobre un sofa putrefacto. Les perturbaba y molestaba la
sensación de que bajo la ostensiblemente amistosa interfaz de usuario de
Windows había - literalmente - un subtexto.
Por su parte, los fans de Windows podrían haber observado agriamente que todos los ordenadores, incluso los Macintosh, estaban construidos sobre ese mismo subtexto, y que la negativa de los dueños de Macs a admitir ese hecho parecía apuntar a una voluntad, incluso un deseo, de engañarse.
En cualquier caso, un Macintosh tenía que mover bits individuales en los chips de memoria en la tarjeta de vídeo, y tenía que hacerlo muy rápido, y en patrones
arbitrariamente complicados. Hoy en día esto resulta barato y fácil, pero en el
régimen tecnológico vigente a principios de los 80, el único modo realista de
hacerlo era integrar la placa base (que contenía la CPU) y el sistema de vídeo (que
contenía la memoria proyectada sobre la pantalla) como un todo - de ahí el
único contenedor, herméticamente sellado, que hacía al Macintosh tan
distintivo.
Cuando salió Windows, llamaba la atención por su fealdad, y sus actuales sucesores, Windows 95 y Windows NT, no son cosas que la gente pagaría por ver. La absoluta falta de atención de Microsoft por la estética nos daba a todos los amantes del Mac muchas oportunidades para mirarles por encima del hombro. El que Windos se pareciera un montón a un calco directo de MacOS nos daba además una fuerte
sensación de ultraje moral. Entre las personas que realmente conocían y
apreciaban los ordenadores (los hackers, en el sentido no peyorativo que Steven
Levy le da a la palabra) y unos pocos otros ámbitos como los músicos
profesionales, los artistas gráficos y los maestros, el Macintosh, durante un
tiempo, era simplemente el ordenador. No sólo se consideraba una obra soberbia
de ingeniería, sino la encarnación de ciertos ideales acerca del uso de la
tecnología para beneficiar a la humanidad, mientras que Windows se consideraba
una imitación patéticamente torpe y una siniestra combinación para dominar el
mundo, todo en uno. Ya entonces se había establecido un patrón que persiste
hasta nuestros días: a la gente no le gusta Microsoft, lo cual es aceptable;
pero no les gusta por razones mal consideradas y en último término
contradictorias.
fragmentos de EN EL PRINCIPIO FUE LA LINEA DE COMANDOS
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